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martes, 26 de octubre de 2021

Señoronas de la izquierda caviar


A la izquierda española siempre le han gustado las divas, las señoronas de cliché recién peinadas, maquilladas, vestiditas en plan niñas bien, pero gritonas, reivindicativas, feministas de postal y femeninas como la que más. Ahora estrenan nueva musa, transmutada en portada de revista, pero no de Mundo obrero -el pasquín de su partido-, sino del Vogue. La izquierda española siempre ha sido muy de señoras bien vestidas, con clase, pero no clase obrera, claro. Lo decía siempre Umbral, el falso comunista que nunca levantó un dedo contra el franquismo, hasta que murió Franco, tan aficionado a las marquesas que reunían en casa a los intelectuales y los curas rojillos allá por los setenta. Cenas por todo lo alto con servicio uniformado, pero muy de izquierdas, claro.

 

Ya con José Luís Rodríguez tuvimos una nutrida representación de este espécimen, encabeza por María Tersa Fernández de la Vega, que se hizo un extreme make over, nada más poner un pie fuera de la Moncloa. Posaron en el Vogue para celebrar el gabinete del 50 por ciento, que suena a descuento, pero las rebajas llegaron después y con violencia: 8 años de crisis económica. Luego vendría la diva/tía del Harper´s Bazaar, transmutada en ministra de algo por exigencia del líder espiritual de la cosa, hoy juguete roto de una época que dejará mucha miseria en España.

 


Todas estas señoronas ya se han bajado de la pancarta, apalancadas en el poder, no salen a la calle desde aquel siniestro 8 de marzo de 2020, cuando se pusieron a repartir carnés de feminismo y Covid por las calles de Madrid. Eso sí, con los chóferes y los guardaespaldas oficiales esperando para llevarlas al ágape de turno o al pisazo en el barrio Salamanca, ni hablar del chalé en Galapagar. 

 

La cuestión es que la izquierda ha descubierto una musa nueva, Yolanda Díaz. Quién la ha visto y quién la ve. Una señorona que ya se muda a Madrid, en vista de que esto de la reivindicación social a favor de los menesterosos -pero lejos de ellos-, da para un ático céntrico y colegio de pago para el niño, no vaya a ser que se mezcle con la canalla de extrarradio, ni siquiera a Irene se le ocurriría. Ahora a capitalizar portadas a costa del peluquero y el maquillador del ministerio, amén de las facturas en vestuario a cuenta del erario público, eso da para Harper´s Bazaar, porque los reportajes en páginas interiores de El País Semanal no interesan si no hay elecciones cerca. ¡Qué tiempos aquellos en los que íbamos a las rebajas de Lefties


 

Esta izquierda caviar que acuñó el término cayetanos en referencia a Cayetana Álvarez de Toledo, para ningunear los modos elegantes y directos de la desfenestrada política de derechas, ahora se deshace en elogios con la nueva y rutilante estrella del bando bueno, con su pelo teñido, sus vestidos de Uterque y sin dar un paso por Madrid sin que la lleve el chófer. La diferencia es que los yolandos no llevan pulseras con la bandera de España, sino pegatinas de la republicana.

domingo, 16 de octubre de 2016

Contra los millennials

Sentado en un restaurante el corazón político y financiero de la Ciudad de México, Avenida de la Reforma, a unos metros del Senado de la República, ocupan la mesa de al lado cinco jóvenes bien vestidos. A todas luces eran miembros de esa admirada generación a la que se denomina millennials. De inmediato se nota que se dedican a la política y su conversación discurre entorno a las necesidades de su partido de cara a unos próximos comicios. Las chicas son las más activas en la conversación.

-       La gente quiere ver una cara nueva, los viejos líderes del partido ya no llegan, asegura una de ellas con un tono de seguridad irreprochable.
-       Es cierto, con este candidato se va a complicar mucho la elección, sostiene la segunda.

El tono de voz chilango de las chicas era alto y la conversación era perfectamente audible mientras yo degustaba un pulpo a las brasas y unos tacos de arrachera. La conversación transcurrió por ese derrotero durante los cuarenta minutos que tardé en finiquitar mi almuerzo. Todo giraba en torno al tipo de personas que podían tener tirón electoral.

-       Fíjate que la gente quiere ver candidatos que hayan tenido un pasado como activistas, afirmó uno de los chicos.
-       Cierto –confirmaba la líder-, tienes que haber estado comprometido con alguna causa, lo que sea. Proteger los bosques, repartir comida a sin techo…

Era una conversación de marketing político en toda regla. Ni una sola palabra acerca de propuestas para mejorar la calidad de vida de las personas o reducir la corrupción galopante que vive el país. Lo importante era definir que es lo que los electores buscan en un candidato, sin importar el programa electoral.


La conversación, o el largo trozo de la misma a la que asistí sin ser invitado, me llevó a reafirmarme en mi reflexión acerca de los millennials, un segmento de población que llena ríos de tinta y genera mares de caracteres en las redes sociales. Los supuestos nuevos dueños del mundo, a los que se confieren actitudes y características fuera de lo que estábamos acostumbrados. “Los millennials son más independientes, críticos, exigentes y tienen nuevos valores. Por ejemplo, prefieren compartir a poseer”, afirma en sus páginas una de las más prestigiosas publicaciones de negocios del mundo, Forbes.

Ya dijo el gran Goebbels –digo gran por la repercusión de sus técnicas- que una mentira repetida mil veces se convierte en verdad. Pero es precisamente eso, la mentira, lo que ha fabricado el falso mito de los millennials y la conversación a la que asistí en México me reafirmó en mi teoría.

Una teoría que se centra en que esta generación es la más voluble y fácil de manipular de la Historia. Sólo les interesa el marketing y todo lo que se les vende por medio de las renovadas técnicas de publicidad basadas en los medios de comunicación digital, amplificados mediante las redes sociales.

Los millennials no son la generación que salvará al mundo de todos sus males, como algunos parecen creen y vociferan desde sus púlpitos de transmisión de ideas. Al contrario. Es una generación indolente ante el trabajo, porque creen saberlo todo y reniegan de la autoridad de la experiencia. Los mayores no sabemos nada, porque no somos nativos digitales. El nuevo mantra que hemos forjado los pobladores de las generaciones precedentes.

Se trata de una generación a la que es muy sencillo inocularle cualquier idea mediante el marketing. De ahí el éxito de lo políticamente correcto entre los millennials. Desde lo (ponga una palabra)friendly, hasta lo (ponga una palabra)free. Eso sí, siempre que tenga delante el ícono de la generación: #. Ellos mismos pretenden dominar el mundo aplicando las técnicas que tanto éxito arrojan manipulándolos.




Como muestra les dejo este creativo video que nos da una idea de lo tierna que es la mente del millennial medio. Por supuesto esto es una generalización, existen demasiadas excepciones en mi entorno. Que nadie se ofenda, ni le dé demasiada importancia.


martes, 29 de enero de 2013

Amy y Los Empalmados


Parece el nombre de una de esas bandas de barrio o de pueblo, nacida al albur de aquellos años locos de la post movida madrileña. Pero se trata del subtítulo que hoy podríamos ponerle al nombre de nuestro país: España circa 2013. Amy y Los Empalmados. No creo que cineasta patrio alguno se atreva a meterle mano a un título tan ambicioso. Mayormente porque los directores, guionistas y demás ejecutores del cine español, que pronto volverán a desfilar por la alfombra de los Goya, podrían sentirse identificados con la tal Amy.

Soy consciente de que han llovido mares de tinta a cuenta del trasunto del matrimonio Martin. Sobre el tema del duque y sus erecciones, se ha escrito menos porque en España todavía son muchos los palmeros de esa entelequia constitucional que es la monarquía. Pero la realidad es que el tema va mucho más allá de la consabida picaresca o de la corrupción cotidiana. Estos personajes son la alegoría de lo que es la absoluta pérdida, no ya de elegancia, sino de cualquier atisbo de moralidad en la vida pública española.

Si nos fijamos entre Amy y Los Empalmados –el duque y el escritor consorte- son acreedores de muchos de los pecados de los que hemos venido hablando por aquí desde hace, por cierto, la friolera de seis años.  Empezando por el aspecto monetario del asunto y la necesidad imperiosa de aparentar lo adinerado, viajado y sofisticado que se es. En otras palabras, la antítesis de los placeres privados son virtudes públicas. Máxima epicúrea que nos ilumina en este espacio de libertad y que nuestra sociedad ha desterrado en loor de multitudes.

Podríamos hacer mención de muchos de los pecados de estos y otras de las rutilantes estrellas de espacio público nacional: Bárcenas, los Puyol, los Chaves, etc. Todos ellos, dicho sea de paso, aún auspiciados de un modo u otro por la presunción de inocencia, tan legal a la par que desvergonzada. ¡Menudo invento de la socialdemocracia rampante allá por los años de Filesa!.

Estos personajes nos han ilustrado sobre moda, lujo, glamour, viajes, progresismo y muchos otros aspectos de esa vida azarosa que tienen los personajes públicos. Desde sus innumerables viajes, hasta sus colecciones de coches o relojes, pasando por la utilización profusa del idioma anglosajón, lengua materna -o mother tongue- de doña Amy, a la sazón nacida en Madrid y autora de The Neopicaresque Novel in the Post-War Era. Ahí es nada.

Por encima de todo eso, la gran ilustración que nos dejan todos estos es la evidencia del declive absoluto de nuestra sociedad. Porque, seamos honestos, ¿quién de nosotros no aceptaría ocupar un puesto directivo en una multinacional aunque no haya ni terminado la licenciatura universitaria?. Que tire la primera piedra el que se negaría a cobrar 0,26 euros el carácter por escribir acerca de la felicidad o el cambio climático.

Esta es la sociedad española de los últimos veinte años, estimados lectores. Ni más ni menos. Las Amys Martin se cuentan por centenares, al igual que los depredadores de la institucionalidad, como el duque empalmado, ante los cuales hemos sentido envidia y admiración.

Una sociedad que recubierta en ese plástico absurdo de lo políticamente correcto, se ha ido engendrando dentro del líquido amniótico dentro del cual los vividores han sabido medrar a sus anchas. Y, queridos amigos, van a seguir haciéndolo hasta que la sociedad civil sea capaz de imponer unas barreras éticas acordes con lo que nos ha tocado vivir. De lo contrario, la elegancia perdida seguirá siendo una anécdota dentro de la absoluta ausencia de muchos otros valores.

miércoles, 15 de junio de 2011

Quiero ser de izquierdas


Yo siempre he querido ser de izquierdas. Mayormente por la cantidad de ventajas que tiene serlo. Para empezar está mucho mejor visto ser de izquierdas que de derechas. Peor aún si uno se autodefine como liberal reformista, que tiene más connotaciones religiosas que políticas.

Ser de izquierdas, así a secas, tiene la gran ventaja de que uno, sin tener que dar más explicaciones, está a favor de los pobres, los desfavorecidos por cualquier circunstancia, los menesterosos y cualquier subgrupo humano merecedor de pena o lástima. En otras palabras, que por ser de izquierdas uno ya es portador de una autoridad moral que lo protege de cualquier posibilidad de plantearse estar equivocado en cuanto a lo que opina.

Aunque lo más importante es que para ser de izquierdas no hace falta plantearse nada, simplemente hay que seguir las consignas izquierdistas al uso. No es necesario analizar datos, escrutar cifras o pensar en causas y consecuencias de una determinada postura política o económica, basta con alinearse con la posición generalmente aceptada por los gurús de la cuerda. Indudablemente eso ahorra mucho tiempo, esfuerzo y quebraderos inútiles de cabeza.

El pensamiento de izquierdas se simplifica al máximo y eso es una gran ventaja. Porque todo se vuelve blanco o negro y no hay tonos de gris, sino buenos y malos. Pongamos unos ejemplos prácticos para entenderlo mejor:

Judíos = malos Palestinos = buenos
Bancos = malos Cajas = buenos
Desarrollo = malo Ecologismo = bueno
Religión = mala Ideología = buena
Pinochet = malo Fidel Castro = bueno
Bush = malo Obama = bueno (hasta hace un mes)

Y así de fácil y cómodo todo. Lo cual resulta ser, como vengo diciendo, muy conveniente en esta sociedad nuestra.

A pesar de todas las ventajas, y los escasos o nulos inconvenientes, yo no he logrado ser de izquierdas. Tuve mi momento de debilidad en aquella lejana y tierna adolescencia de provincias, pero la fiebre se pasó muy pronto. Desafortunadamente. La cuestión es que no tardé en darme cuenta de que el estilo de vida de los izquierdistas, públicos y privados, que me rodeaban poco o nada tenía que ver con los dictados morales de su propia ideología.

Claro que desde que Víctor Manuel, el que algún día fuera cantante del régimen franquista, dijo aquello de “soy comunista, no gilipollas”, a todos nos quedó muy claro que la pátina de autoridad moral que recubre a las personas de izquierdas está a prueba de opiniones y comportamientos. Si se cree firmemente en la igualdad, ¿qué derecho tienen los demás para juzgar mi acomodado estilo de vida?. Porque la igualdad sirve para defenderla en la piel ajena, nunca para promulgarla en el ámbito personal: yo tengo más porque me lo he ganado y además soy de izquierdas.

La cuestión es que creo que a estas alturas de la vida no lo voy a conseguir. Por mucho que me empeño y pongo atención a lo que dicen los líderes y gurús de la izquierda, en cuanto analizo el discurso –quién me mandará a mi analizar ni cuestionar nada, procediendo de aquellos que cuentan con tanta autoridad moral-, empiezo a ver lagunas por todos lados y tengo que contradecirlos automáticamente.

Que nadie me malinterprete, no se trata de acusar a nadie de hipócrita. A lo que yo me refiero es a la sistemática ejecución que hacen los izquierdistas acomodados de los comportamientos contrarios a los que públicamente defienden. Lo cual es muy diferente, claro está.

¡Con lo fácil que lo ponen y no hay manera!. Hasta películas y documentales muy entretenidos y llenos de efectos especiales divulgan los nuevos intelectuales de la izquierda, pero yo me resisto a las incómodas verdades y a las denuncias en formato alta definición. Casualmente todas estas cintas generan pingües beneficios a sus izquierdistas autores, pero eso es sólo una disfunción del capitalismo, tan odiado por los que con más fruición recogen sus frutos.

Como digo, siempre he querido ser de izquierdas, el problema es que me estoy resistiendo demasiado, a pesar de los parabienes que depara a sus seguidores.

jueves, 14 de enero de 2010

Los mejores y la elegancia


Hace algunos meses me embarcaba yo con fruición en una de esas cadenas de post, seguramente por el rollo cultureta, tan manoseado últimamente, de tratarse de un meme sobre libros. Imperdonable, sin duda. La cuestión es que en esas líneas apuntaba yo la necesidad de obtener un libro descatalogado: De Colón a Bolívar de Salvador de Madariaga. Fruto de diversas casualidades, el volumen cayó en mis manos, en edición de 1955 -escrito en 1941- del Círculo de Lectores. Han pasado cuatro años desde que un amigo, el cual no sé si continuará leyendo estas reflexiones mías, me lo recomendó.

Tanta espera ha merecido la pena. Aunque sea únicamente por esta frase: "España es el único estado en el mundo que entonces como hoy y como siempre se permitía y permite el lujo de tener ociosos a sus mejores hombres." Se refiere Madariaga a la patética existencia que vivió Hernán Cortés una vez regresado de su amada Nueva España (México), miembro de la corte de Carlos V y, aunque acomodado, sin más actividad que la que él mismo se procuraba y sin que el monarca contase con él para nada.

La Historia, esa "tragedia humana", en palabras del propio Madariaga, tampoco ha hecho justicia al gran conquistador. Pocos de de mis propios compatriotas saben que Hernán Cortés conquistó el imperio azteca, que contaba en aquel entonces con más de un millón de habitantes, con unos seiscientos hombres. Una hazaña monumental propia de un gran hombre, cuyo talento fue malogrado por sus contemporáneos.

Madariaga, quizá sintiendo que su propio talento como español de referencia de su época estaba siendo desperdiciado, va más allá de Cortés y señala esa condición nuestra, consistente en condenar al ostracismo a nuestros mejores paisanos, como vigente a mediados del siglo XX. Ya lo dice el sabio refranero popular: "Nadie es profeta en su tierra". Ortega y Gasset, coetáneo de Madariaga, apunta esto mismo señalándolo como envidia. Viene a decir Ortega que los españoles somos incapaces de escuchar a las personas sabias y lo que hacemos, en cuanto tenemos ocasión, es levantar la voz por encima de ellas.

En cualquier caso, este rasgo patrio que nos descubren dos grandes intelectuales del siglo pasado, parece que no ha dejado de tener vigencia en nuestra contaminada sociedad actual. Quizá más que nunca. Miremos a nuestro alrededor y comprobaremos cómo el ámbito público está plagado de seres mediocres, mientras que nuestros "mejores hombres" transitan entre nosotros sin pena ni gloria, cuando no han tenido que emigrar para verse reconocidos, como ocurrió con el investigador sobre el cáncer Mariano Barbacid.

De ahí que los modelos a seguir de nuestra sociedad no sean personas que han logrado con su esfuerzo y talento llegar a lo más alto de sus profesiones. Seguramente porque tampoco son los mejores los que alcanzan las cotas más elevadas. Sino que los que se nos presentan como referentes, son aquellos que han conseguido aprovechar mejor los resortes de esta sociedad para copar estrados oficiales, púlpitos mitineros y platós de televisión. Sin duda los nuevos paradigmas de esto que se viene conociendo como democracia.

Con este campo abonado para la mediocridad, desperdiciamos, como lo hacíamos ya en el siglo XVI, a nuestros más valiosos compatriotas. Siendo así que lo que se está perdiendo no es simplemente el talento de no pocos hombres y mujeres brillantes, sino nuestra capacidad para salir adelante y destacar como nación. Sigamos engrandeciendo a los mediocres y ninguneando a los que pueden destacar por su capacidad y esfuerzo. Estaremos sembrando nuestro propio fracaso como sociedad y como pueblo.

viernes, 6 de noviembre de 2009

El aborto, ese gran desconocido


Imagino que muchos de nosotros tenemos una idea predefinida acerca del perfil de las mujeres que abortan en nuestro país. Yo la tenía. Pero en plena polémica sobre la modificación de la ley sobre la interrupción voluntaria del embarazo -¡tremendo eufemismo!- se me ocurrió leer un informe que publica el Ministerio de Salud en el que aparecen las estadísticas del aborto en España. Algunas son muy significativas, al menos para desmontar mi apriorismo acerca de este asunto.

En torno al 63 por ciento de las mujeres que abortan están empleadas o perciben una pensión. Más del 50 por ciento de las que abortaron en 2008 tienen al menos un hijo. Tiene guasa el detalle del epígrafe: "Número de hijos que viven actualmente". A lo mejor es porque un 33 por ciento ya habían abortado antes, algunas cinco o más veces, el 0,70 por ciento. Sin estudios un 3 por ciento, mientras que las universitarias alcanzan el 14 por ciento. Un 24 por ciento están casadas, aunque sólo un 13 por ciento declaran no tener pareja.

El 88 por ciento de los abortos se practicaron antes de la semana 13 de embarazo. Mientras que hubo un 12 por ciento que se produjeron a partir de la semana 13 que parece ser la frontera científica de la humanidad. Traducido en números unos 14.000 fetos fueron eliminados cuando, según la Ministra de Igual da, ya eran seres humanos. El 97 por ciento de los abortos se realizaron para "preservar la salud de la madre".

Casi el 90 por ciento se practicaron en centros privados. Un 45 por ciento de la que abortaron tenían nacionalidad española. En 10 años, España ha pasado de 6,52 abortos por cada 1.000 mujeres a 11.78. Desde que gobierna Rodríguez Zapatero se ha incrementado un 36 por ciento el número de abortos, de 85.000 a 116.000.

Esos datos pueden no significar nada. Para mi dicen mucho. Yo soy partidario del aborto. Desde que leí el libro Freakonomics me convencí de que es mejor para la sociedad que determinados individuos no tengan hijos. Ahora bien, considero que el aborto es una decisión extrema para una mujer o una pareja. Para tomar esa decisión seguramente pesan con fuerza argumentos económicos y no creo que deba obligarse a que una mujer tenga un hijo para luego entregarlo en adopción simplemente porque no tiene cómo mantenerlo.

A la luz de los datos, mucho me temo que el aborto se ha convertido en una suerte método anticonceptivo dado que está claro que, en España, practicarlo es libre. Por eso no me puedo creer esa vergonzosa excusa que lanzan desde el Gobierno afirmando que esta ley pretende evitar que una mujer o un médico puedan ser encarcelados por practicar un aborto. Entre otras cosas porque eso nunca ha sucedido. Pero más patética aún es la actitud de las Juventudes Socialistas que no se sonrojan cuando dicen que esta ley pretende que haya "cero abortos". ¿Desaparecería el consumo de marihuana si este fuese despenalizado?.

Si de verdad se quiere reducir el número de abortos lo que hay que hacer es orientar a las mujeres -o a las parejas- que tienen que tomar esa decisión. Apoyarlas psicológica y quizá económicamente, pero nunca industrializar el aborto como parece que es la tendencia que esta ley quiere consolidar.

miércoles, 30 de septiembre de 2009

Cuando hacerse los trajes a medida no es suficiente


Hay quien piensa e incluso dice que mi tocayo Francisco Camps y su fiel escudero Ricardo Costa son dos tipos elegantes. No sé si lo piensan o lo dicen porque aparentan vestir bien o porque todos hemos sabido que se hacen los trajes a medida. En el caso de Camps que se los haga a medida es, en mi humilde opinión, paradójico. Lo digo porque, además de quedarle bastante anchos casi todos, el corte es idéntico a un simple traje de confección, es decir, hecho en serie.

Costa va más allá. Aunque se esfuerza por darle toques personalizados a sus trajes, el resultado es más bien ramplón. Las costuras parece que le van a estallar, sobre todo en la parte de la conjunción entre la espalda y las mangas, en donde ese intento porque parezca que tiene la espalda más ancha resulta ridículo.

No, definitivamente estos dos no son nada elegantes. Menos aún en sus formas prepotentes y chulescas. Sonríen y sonríen ante las cámaras cuando se sientan en sus escaños en el parlamento valenciano, pero no se ríen tanto en la intimidad de la lectura de los diarios nacionales a primera hora de la mañana. Porque este tema ya no es aquella cuestión de los trajes que entresacaron en El País, sino que se va ampliando y la sombra de la duda es tan alargada que si Rajoy no interviene rápido la vía de agua en el PP va a ser insostenible.

A nosotros los andaluces todos estos tejemanejes nos resultan muy familiares. Por eso nos repugna tanto el espectáculo que estamos viendo ahora en Valencia, aunque no venga del mismo partido que hace y deshace aquí a sus anchas y con casos mucho más palmarios y sin investigar por la policía ni la fiscalía. Pero no seré yo el que calle ahora lo que otros ni siquiera se atreven a susurrar cuando la corrupción viene del partido al que votan fielmente.

Tampoco me sirve a mi esta ceremonia del victimismo que han emprendido algunos para salvar los muebles. Si se piden responsabilidades políticas y judiciales hay que hacerlo siempre y en todo lugar. Si la justicia no investiga la subvención a la hija de Manuel Chaves, no seré yo el que se agarre a este argumento para pedir silencio en la causa contra el PP valenciano. Eso sí, reitero que en Andalucía no se ha abierto ni una sola comisión parlamentaria de investigación por un caso de corrupción desde que el PSOE manda, es decir, desde que existe la democracia.

Sé que otros muchos se agarran a eso de que esta noticia llega en un momento clave: negociación de Presupuestos “Siderales” del Estado, subida de impuestos incluida y Ley del Aborto “Libre”, entre otros temas que terminarán por dilapidar la poca credibilidad de un Gobierno tocado. En otras palabras, que esto va a servir para acallar al PP. Sin embargo hay dos hechos que me hacen pensar que esto es diferente. Primero porque ya no es un solo medio, sino un clamor que no distingue colores. El Mundo, El Confidencial y otros medios poco sospechosos de connivencia con el partido en el poder han venido publicando ramas de esta trama, llegando más lejos que el propio diario que sacó el tema de los trajes. El segundo punto que me llama la atención es el runrún que en el propio PP hay.

Esta es una oportunidad de oro para Mariano Rajoy y su equipo para demostrar si este PP es una alternativa real, no sólo en materia de gestión económica, sino para dirigir una sociedad en la que la elegancia parece ser sinónimo de hacerse un traje a medida.

sábado, 26 de septiembre de 2009

Las fotos y la elegancia. Un comentario de urgencia.


Hace tiempo que sabemos, al menos en este blog, que a la familia Rodríguez Espinosa le gusta hacerse fotos con gente famosa. Sin embargo, ahora hemos conocido que esta afición no conoce límites.

Como si de la visita al Papa se tratase, los Rodríguez Espinosa se han ido a visitar a los Obama, los cuales, a la sazón, vienen a ser como los santos pontífices de la progresía mundial. Claro que a estos el viaje se lo hemos pagado entre todos, con nuestra ilimitada solidaridad impositiva. Lo que espero que no hayamos que tenido que pagar es el vestuario elegido para la ocasión por los vástagos -esta palabra no tiene femenino... por ahora- de nuestro amado líder.

Porque hay que tener mal gusto para dejar que las hijas de uno vayan vestidas de esa guisa en tan magna ocasión. Aunque yo puedo estar equivocado y lo lógico es que uno vaya al Vaticano y su hijo de 12 años vaya con la equipación oficial del Rayo Vallecano. "Es que el niño es muy fanático del equipo del barrio", le dice el padre de la criaturita a Benedicto XVI, que no se entera de nada y sonríe mientras le ordena a la guardia suiza que saquen a aquellos impresentables del Vaticano lo antes posible.

Algo así debió suceder en el Metropolitan. Los Obama sonreían, quizá demasiado, mientras les hacían la foto con las niñas del presidente de... ¿Transilvania?. La verdad es que la cosa tiene poca gracia. ¿Qué imagen proyectamos como país si las hijas de nuestro máximo mandatario van vestidas como fantoches en un acto oficial?. ¿Acaso se puede confundir lo público y lo privado hasta el punto de hacernos creer que esta foto puede considerarse "normal"?. Y por continuar con las grandes incógnitas, ¿por qué Sonsoles eligió también el negro?, ¿por qué no lo acompañó con unos implantes de pelo largo liso con mechón blanco incluido para redondear el total look Adams que parecía ser la intención de los Rodríguez Espinosa?.

Entre esto y la revelación cósmica, que diría la Pajín, con la que nos premió Rodríguez al afirmar que "la culpa de la crisis es del cambio climático", uno empieza a pensar que el vestuario de las niñas lo eligió el propio padre, previa ingestión de algún tipo de psicotrópico.


La foto es de aquí.

jueves, 23 de julio de 2009

La terminología y la elegancia (breve glosario)


Parece ser una costumbre muy extendida entre ciertas personas con alguna relevancia pública esta de adornarse con fruición en el lenguaje. No hablo solamente de introducir algún que otro anglicismo, cuando no una palabra o expresión en inglés, sino de realizar ciertos giros sobre dichas palabras o expresiones para hacerlas más grandilocuentes, más pretendidamente elegantes.

Ocurre en todos los campos de la vida, desde la economía hasta la moda, pasando por la política, sobre todo en esta última. Así, nos encontramos con que palabras o expresiones que toda la vida han sido empleadas de un modo generalmente aceptado, pero ahora son condenadas al ostracismo merced a la utilización que algunos iluminados hacen de ellas.

Veamos aquí unos ejemplos, por sectores de actividad, de transformación de los términos.

Política

- Servicio de recogida de basura = Area de Medio Ambiente
- Concejalía de Tráfico = Area de Movilidad
- mitin = acto público
- mitin-fiesta = encuentro solidario
- negociar para aprobar una ley = diálogo
- negociar para aprobar los presupuestos al precio que sea = talante

Economía

- crisis económica = desaceleración de las variables macro
- paro galopante = empeoramiento coyuntural de los datos del mercado laboral
- despido masivo = Expediente de Regulación de Empleo (ERE para que suene aún mejor)
- estar hasta el cuello de deudas = excesivo apalancamiento financiero (o leverage, para los que más despuntan)

Moda

- modelito = outfit
- persona fanática de la moda = fashion victim
- persona fanática de la moda sin un duro = seguidora del imperio de Amancio Ortega
- persona fanática de la moda sin un duro pero con un blog = coolhunter

Otros ámbitos

- terrorista = activista
- terrorismo = activismo, lucha armada
- aborto = interrupción voluntaria del embarazo
- equipo de fútbol = entidad deportiva (galáctica en su caso)
- ateo = apóstata
- peón de albañil = auxiliar de construcción
- enfermera/o = técnico sanitario de grado medio
- barrendero = profesional del medio ambiente
- policía municipal = responsable de movilidad urbana
- botellón = concentración juvenil de dudosa legalidad
- botellón protagonizado por homosexuales = Día del Orgullo Gay

Y así va fraguándose nuestro lenguaje cotidiano. Si bien, en realidad todos estos términos no se emplean coloquialmente. ¿Acaso alguien va por ahí diciendo "Fulanito tiene un excesivo apalancamiento financiero"?. Pues no, lo que se suele decir es algo así como "Fulanito le debe a todo el que se levanta por la mañana". Aunque algunos sí que, en su intento de alcanzar la elegancia por la vía de la grandilocuencia, van afirmando por ahí cosas como "es que yo soy profesional del medioambiente y ayer tuvimos que hacernos cargo de los deshechos sólidos urbanos arrojados con motivo del Día del Orgullo Gay". Mucho ojo.

miércoles, 1 de julio de 2009

Zelaya, Chávez y la democracia de ida y vuelta


Considero absolutamente condenables los métodos antidemocráticos empleados para usurpar la Presidencia del Gobierno de Honduras a Manuel Zelaya. Creo que hasta ahí la comunidad internacional de forma abrumadora está de acuerdo. Ahora bien, igualmente me parece un poco precipitada y poco ajustada a la realidad la respuesta de esa misma comunidad internacional ante el nombramiento de un nuevo Gobierno en Honduras. Me explico.

De entrada, aunque estoy convencido de que la legislación hondureña puede iniciar un proceso de destitución presidencial sin necesidad de que medien las armas, parece evidente que Zelaya estaba, como se dice popularmente, jugando con fuego. La convocatoria de una consulta popular, al más puro estilo chavista, para prolongar su mandato no contaba con el respaldo constitucional necesario. Sin embargo, contraviniendo el rechazo de los demás poderes del estado de derecho, el depuesto gobernante se empeñó en poner en marcha un proceso electoral absolutamente ilegal al que luego, desbancado y en suelo costarricense, denominó “encuesta”.

Si nos retrotraemos un poco más en el tiempo, vemos que esta “encuesta” ha sido el desencadenante de una continuada actuación política poco acorde con esa democracia que ahora pretende abanderar Zelaya y sus compinches bolivarianos. Recordemos que Manuel Zelaya es elegido para gobernar su país como candidato del Partido Liberal de Honduras (PLH). Hasta donde me alcanza el entendimiento, lo de “liberal” casa bastante mal con el socialismo hacia el que giró repentinamente este personaje. Para que lo entiendan mejor les diré que el PLH se afilia a la Internacional Liberal, a la cual pertenece Convergencia Democrática de Cataluña, por ejemplo.

Esto nos lleva a certificar el profundo rechazo popular que Manuel Zelaya venía cosechando, principalmente entre sus votantes los cuales, a todas luces, se sentían engañados. La misma aversión que parece sentir un importante número de hondureños hacia una posible vuelta del desbancado líder.

En este sentido, no estaría de más que, como advierto al principio de estas líneas, la comunidad internacional se tome un poco más en serio este asunto y consulte a los innumerables diplomáticos destacados en Honduras, cuál es la realidad del apoyo popular hacia el nuevo Gobierno instaurado tras el golpe. Porque pudiera ser que un regreso fallido de Zelaya, resultase mucho más peligroso que esta transición que va a vivir Honduras a lo largo de los próximos meses. Recordemos que, a día de hoy, no se ha producido ni una sola baja humana por causa de este incidente, de acuerdo con lo que nos vienen reportando puntualmente las agencias internacionales que operan en el país.

No podemos decir lo mismo del episodio que hace menos de un mes se vivió en Irán. Parece ser que aquí la comunidad internacional, salvando las diferencias, ha preferido guardar silencio ante la sangrienta represión contra los civiles que se han manifestado contra el pucherazo electoral. El cual, por cierto, el propio régimen iraní ha reconocido pero ha menospreciado, para gran regocijo de los que ahora, en el caso de Honduras, se rasgan las vestiduras y pretenden dar lecciones de democracia.

Con este panorama, se me antoja que esto de la “democracia” es un término que empieza a estar al vaivén de los intereses del momento. Sobre todo para aquellos políticos de comprobado pasado golpista y contrastada vocación dictatorial, a cuyo rebufo no ha dudado en situarse Manuel Zelaya, desafortunadamente para el pueblo hondureño que es el que está pagando las consecuencias.

miércoles, 29 de abril de 2009

Obama, Bruni y la familia Rodríguez. Una fotografía de la España de la pandereta


En la pasada campaña electoral ya vimos cómo el PSOE tiraba de su infinita lista de “intelectuales de la izquierda” para lanzar un video apoyando la candidatura de Rodríguez Zapatero. Desde la nueva líder intelectual del “movimiento”, Pilar Bardem, a la cual casi premian poniéndole su nombre a una calle de Sevilla, hasta los comunistas de toda la vida como Pilar Cuesta y Víctor Manuel Sánchez, Ana Belén y Víctor Manuel para los no iniciados.

En esta ocasión, no sabemos si porque no los han llamado o porque muchos no se quieren señalar demasiado, no vaya a ser que en menos de un año cambien las tornas, la estrella rutilante de la campaña electoral no es otro que el mismísimo presidente de los EE UU, Barack Obama. El nuevo amigo de Rodríguez se ha convertido, por arte de magia audiovisual, en el máximo baluarte de un PSOE a la deriva.

Y es que ZP quiere ser como Obama. Su amigo del alma, con el que apenas ha compartido unos minutos en cuatro cumbres. Un amigo que no nos llama para las reuniones del G20, pero que habla muy bien de nuestro AVE y de lo maravilloso que es el jamón de Guijuelo y el lechazo. ¡Ah no!, ese es otro negro, es el de CSI que, como Obama, también hace campaña interna, pero para promocionar Castilla León.

Sonsoles Espinosa, la esposa de ZP, que no la primera dama, también quiere darse su pequeño baño de internacionalidad mediática. Por eso ha invitado a Carla Bruni a almorzar. Algo insólito en los viajes de los jefes de estado, aunque imaginamos que será una nueva costumbre de los actuales moradores de Moncloa y mañana la invitada será Lina Moreno, esposa del presidente colombiano Alvaro Uribe.

La verdad es que no creo que a la esposa de Uribe le vayamos a dar los españoles el mismo seguimiento que le hemos dado a los modelitos de la Bruni. Como tampoco veo a Sonsoles almorzando con la primera dama de Colombia. Porque las primeras damas de Latinoamérica a la esposa de ZP le importan un pimiento, como demostró en la Cumbre Iberoamericana de Salamanca. A Sonsoles le interesa hacerse la foto con la Bruni tanto como a su marido hacérsela con Obama. Lo demás son obligaciones del cargo, como dejó bien claro a los presentes en aquella cumbre.

Y así vamos forjando nuestra fama de país de pandereta. Nos engrandecemos como papanatas universales que hacen la ola a una señora y cuya intelectualidad pelea por verla de cerca en la cena oficial de La Zarzuela. Lo cual es bastante normal cuando el presidente del Gobierno da codazos por fotografiarse con Obama y su esposa con Carla Bruni. Hasta Curro Romero faltó a la "Noche del pescaito" en Sevilla para ver a la Bruni de cerca.

martes, 21 de abril de 2009

La república y la elegancia


Los que me han leído algo a lo largo de estos años, sabrán que yo me siento republicano. Simplificándolo todo, creo que los ciudadanos tenemos derecho a elegir libremente quién es nuestro jefe de estado. Nada más y nada menos. Además, por complicar un poco la cosa, pienso que debe respetarse el papel histórico jugado por Juan Carlos de Borbón y dejar que el hombre reine hasta que él lo considere oportuno. A partir de ahí elecciones.

Imagino que a muchos, esta declaración de intenciones mía les ha sorprendido, dado que uno es “reformista liberal”, es decir de derechas pero a la izquierda del eje Losantos-Aguirre, y esto de ser republicano suena muy a izquierdista. No me extraña y de eso quiero hablarles.

Este fin de semana en no pocas localidades españolas se ha celebrado el “Día de la República”. Al más puro estilo del mitin-fiesta carrillista, aquellos eventos que tantos bolos generaron para la familia San José Cuesta, conocidos popularmente como Víctor Manuel y Ana Belén, pero con más fiesta que mitin y, mayoritariamente, patrocinados con el dinero de los impuestos.

En el caso del municipio en el que vivo, tan excelso evento se desarrolló en el paseo marítimo. Día soleado aunque ventoso pero propio para el solaz de la familia a la orilla del mar. Allí se encontraban los republicanos oficiales con su escenario y su barra –libre, por cierto-. No eran más de treinta. Uniformados ellos con barba más o menos descuidada, ellas con pendiente en la nariz. La kufiya imprescindible y unisex.

Al calimocho público lo acompañaban algunas viandas que no logré distinguir en mi fugaz paso por el cónclave. Ondeaban dos banderas con franja morada y escudo al uso. ¡Qué importante es la simbología en esta España mía, esta España nuestra!. Los carteles de Izquierda Unida pedían la firma a fieles y transeúntes “por el empleo”. Como si por firmar en una hoja le estuviera uno dando trabajo a los que engrosan las listas del paro. Una firma, un puesto de trabajo.

Una pareja de músicos amenizaba el mitin-fiesta. No, no eran los San José Cuesta, que esos ya por menos de 60.000 euros no se levantan por la mañana. Éxitos de ayer y de siempre que encontraron su punto álgido en la interpretación de Comandante Ché Guevara, del inefable Silvio Rodríguez, que algunos bailaron al estilo pasodoble. Tampoco faltaban las camisetas con la estampa del líder guerrillero. Y yo me pregunto, ¿qué tiene que ver el Ché con la república española?.

Simbología de una tribu a la que yo pertenezco sin ser parte de ella, dado que lo de “republicano” no es más que una excusa, un vil subterfugio para todos estos vividores trasnochados. ¿Por qué se llaman “republicanos” cuando lo que quieren decir es “comunistas”?. Será que al colectivo en cuestión también le llegan las modas y ahora, además de usar la kufiya y el pendiente en la ceja, le gusta autodenominarse “republicano”. Porque lo de “comunista” está demodé.

sábado, 28 de marzo de 2009

Los personajes y la elegancia: Carme Chacón


Carmencita Chacón nació en un pueblo de Barcelona en el seno de una familia humilde de origen andaluz. De esos andaluces que se vieron obligados a mudarse a Cataluña por culpa de Franco. Sí, por aquella manía del caudillo de favorecer a Cataluña y a las provincias Vascongadas, otorgándoles todas las ayudas necesarias para que se convirtiesen en las primeras regiones industrializadas de la piel de toro. Paradojas de nuestra patria.

Los padres de Carmencita celebraron mucho la muerte de Franco. Lo ha dicho ella, que se acuerda perfectamente de la fiesta íntima a la que acudió con cuatro años de edad el día de oficialmente nos dijeron que Franco había muerto. La precocidad progresista de nuestra protagonista no encuentra parangón.

Aquello la marcó mucho. Tanto que con dieciocho años ya estaba alistada en las Juventudes Socialistas, momento en el que, sin duda, se le cayó la “n” del nombre de pila, aunque todavía no le llamaban “Carma”, eso vino más tarde. Cuatro años después ya era concejala en Esplugas de Llobregat. Pero Carmencita era una joven ambiciosa y Esplugas se le quedaba pequeño.

De concejala a diputada nacional y de ahí a formar parte del núcleo íntimo de Rodríguez. Ministra no sólo para cumplir con aquello de la paridad, sino para retomar las riendas del Ministerio de la Vivienda, el primero de los inventos derrochadores e inútiles que inauguraron esta época gubernamental de golpes de efecto. Ahora, Carmencita, “Carma” para los entendidos, es Ministra del Aire, o algo así. No llegó a tiempo para lo del Vogue, así que ahora se está desquitando por entregas.

A mi me gusta Carma. Es como la Barbie pero en versión política. Tenemos la Carma ministra, acompañada por su asistente, una mujer capitán del ejército; la Carma militar, con su chaquetón de camuflaje en los destinos más inhóspitos, en los cuales, por cierto, nunca se queda a dormir; la Carma televisiva, que graba las comparecencias por si no les da tiempo a los medios a llegar a la comparecencia de turno; la Carma diputada, con semblante compungido y enfadada con Rajoy, con esa cara de enfado que ponen las mujeres cuando el cónyuge les habla mal de la familia.

Carmencita no escatima en vestuario. Siempre va vestida para la ocasión. Asesores no le faltan y el atrezo corre por cuenta de los Presupuestos Generales del Estado. Son las ventajas de la cartera ministerial. Claro que estas líneas pueden sonar muy machistas y si no que le pregunten a Trinidad Jiménez, otra que tal baila, pero con menos fondo de armario y bastante peor peluquero, o estilista, o como se llame ahora eso, que nuestra protagonista.

Claro que tendríamos que preguntarnos qué es lo verdaderamente machista, porque a mi a lo mejor me podría parecer más vejatorio para las mujeres esta imagen que nos pretende transmitir Carmencita. A mi lo de la Chacón me recuerda a la narración de los pases de modelos de los tiempos posfranquistas, yo de los franquistas, la verdad, no me acuerdo tan bien como Carma: “Una colección pensada para la mujer moderna. Una mujer que trabaja, que pisa firme, que sabe lo que quiere”.

Pero es que vivimos en los tiempos de la imagen, como ya se ha dicho aquí. Lo que vale es la foto. Probar el rancho de los soldados y que lo registren las cámaras. Del resto ya se encargan los medios.

martes, 3 de febrero de 2009

Habemus plan


El Gobierno de Costa Rica ya tiene un plan contra la crisis económica, esa que ni el ministro de Economía ni el presidente del Banco Central advertían hace tan solo unos meses. Lo han bautizado el “plan escudo”, un nombre más de operación militar –Tormenta del desierto, Plomo pesado…– que de contingencia económica.

Resulta curioso que Óscar Arias abra su discurso de anuncio del plan afirmando: “en abril del año pasado yo hablé de vacas flacas”, cuando en realidad los máximos jerarcas económicos del país se empeñaban en afirmar lo contrario. Especialmente Francisco de Paula Gutiérrez.

Con su obsesión desmedida por controlar la inflación, Gutiérrez cerró las posibilidades de crédito de los bancos estatales y los obligó a respaldar con patrimonio hasta los Bonos del Tesoro de la República de Costa Rica. Una medida sin precedentes y que ha venido a causar un frenazo en la actividad económica del país y a agudizar aún más las consecuencias nacionales de la crisis financiera internacional.

Paradojas. Todo esto ocurría un mes antes de que Arias hablase de “vacas flacas” y ahora que estamos en el “ojo del huracán”, Gutiérrez sigue hablando de inflación y Arias, mirando para otro lado. Hemos invertido unos cuantos miles de millones de colones en capitalizar unos bancos que quedaron descapitalizados por obra y gracia del BCCR. Un pequeño detalle que todo el mundo parece haber pasado por alto.

Igualmente paradójico resulta que, habiendo obtenido el Estado superávit fiscal durante 2008, esto es, los ingresos han sido superiores a los gastos, los entes estatales que prestan los servicios públicos anuncien importantes subidas de tarifas en plena crisis. No me refiero al aumento de los mensajes de texto de los celulares, que es el único que parece preocuparle al Gobierno, seguramente por motivos electorales (los principales usuarios del servicio son jóvenes del área metropolitana, esos que cada día votan menos a Liberación y más a las opciones izquierdistas). Lo realmente preocupante es que la CNFL haya subido un 25 % las tarifas sin el mayor miramiento hacia decenas de miles de familias y comercios y sin que el Gobierno haya puesto el grito en el cielo.

Para poner las cosas en perspectiva, si a uno de los usuarios habituales de la mensajería celular le aumentan el precio a 5 colones por unidad y multiplicamos por 300 mensajes mensuales, resulta que el chico paga 1.500 colones al mes por chatear con los amigos. Una familia media que gastaba 20.000 colones en electricidad ahora va a pagar 25.000. ¿Quién sale más perjudicado?, ¿cuál de los dos servicios es verdaderamente “básico”?

Faltó ambición. Volviendo al “plan escudo”, resulta que no deja de tener un componente familiar porque, una vez leído, a uno le suena más a carta al Niño Dios que a verdadero plan económico de un Gobierno. Digo esto porque resulta que, de todas las medidas que se anuncian, más de la mitad dependen de terceros, empezando por el verdadero Poder Ejecutivo de este país, me refiero al Legislativo.

Para relanzar la economía del país, mucho más allá de las ayudas –¡otra más!, es año preelectoral– a los sectores no productivos y a las industrias en declive –el bendito “agro”–, el Gobierno debería haber lanzado un ambicioso plan de infraestructuras desde que se avistaban las “vacas flacas”. Más aún cuando la construcción se vio frenada en seco por la ausencia de crédito en los mercados locales, nuevamente gracias a Gutiérrez y su cruzada contra la inflación.

Ahora estas infraestructuras, que además son necesarias para que Costa Rica encare con cierta ventaja el fin de la recesión económica en los EE. UU., quedan en manos de los rompedores de quórum, los anticonsultorías y otras especies que pululan por Cuesta de Moras (Asamblea Legislativa). Óscar Arias, que ya vio la crisis, según sus propias palabras, hace casi un año, parece que ahora, como ocurrió con el TLC, tiene que dejarlo todo en manos de la Asamblea Legislativa. En definitiva, la carta al Niño Dios.


Publicado hoy en La Nación de Costa Rica.

jueves, 20 de noviembre de 2008

Del subdesarrollo al surrealismo

Aunque suene reiterativo, a nadie se le escapa que Costa Rica tiene un serio déficit en infraestructuras, una educación pública universalizada pero de calidad decreciente, al igual que la sanidad, amén de un problema creciente de inseguridad ciudadana. Tampoco se nos puede quedar atrás la cifra de ciudadanos que viven por debajo del umbral de la pobreza.

Todo ello, junto con otros datos macroeconómicos que omito destacar, hace que este sea un país de los denominados “subdesarrollados”. Odio el eufemismo “en vías de desarrollo”, calificativo que pudo ser aplicable hace años, pero, hoy por hoy, las “vías” no las veo por ningún sitio.

Pues bien, con ese panorama ciertamente desolador, nuestros diputados miran para otro lado y se dedican a aprobar leyes que promueven una falsa democracia participativa. Me refiero a la ley ambiental que crea el referendo cantonal (La Nación, pág. 4, sábado 1 de noviembre).

Resulta que ahora un 10% de los votantes de una comunidad –¡bendita palabra!– pueden convocar un referendo para que los vecinos opinen sobre la conveniencia, o no, de que se realice un proyecto.

Por “proyecto” se entiende cualquier tema que previamente haya pasado por todo el tortuoso proceso de permisos, incluida la Setena. Desde construir una casa en un lote hasta realizar una mina a cielo abierto.

De esta forma, las ya maltrechas economías municipales tendrán que consignar en sus presupuestos las correspondientes partidas para la celebración de referendos. ¿O es que alguien pensó que estos plebiscitos los iban a sufragar los solicitantes?

En algunos casos se me antoja que le van a faltar fechas al calendario para su realización, a no ser que se permita agruparlos. Sin hablar de que muchos presupuestos municipales no alcanzarán para tanto llamamiento a la “democracia participativa”.

A todas luces, esta ley supone el fin del desarrollo en este país. Ahora ya no bastará con invertir cientos de millones de colones en todo el ya de por sí kafkiano proceso de obtener la aprobación de unas catorce administraciones públicas, incluidas las municipalidades, por cierto. Procesos que, en no pocas ocasiones, tienen un período superior a los dos años. Con la espada de Damocles del referendo popular todo será más caro, más lento y, lo peor de todo, más incierto, dada la inseguridad jurídica que genera.

Como decía al principio, en Costa Rica hay mil problemas que solucionar con un presupuesto muy limitado. Sin embargo, en lugar de destinarlo a mejorar infraestructuras, seguridad, educación o salud, estamos pensando en dedicar recursos a entrabar aún más el desarrollo, en otras palabras: a profundizar aún más en el subdesarrollo.

Las consecuencias de continuar por este camino de autodestrucción las explicó magistralmente aquí el doctor Jaime Gutiérrez Góngora ( Página Quince , sábado 1 de noviembre). Y es que aquí algunos, como mi paisano el diputado Merino del Río, impulsor de esta ley, se han empeñado en llevar a Costa Rica al borde del colapso.

Subidos a los estrados políticos, universitarios y mediáticos, nos hacen creer que el desarrollo y el progreso es cosa de ricos. Nuestros políticos, todos, les hacen la ola, dado que aquellos se encuentran investidos de una falsa superioridad moral que es aceptada de facto por estos.

Los diputados, esos señores que se dedican, entre otras cosas, a quedarse en la puerta del plenario para no hacer quórum, nos están dejando claro que sacar a Costar Rica del subdesarrollo no les interesa. Aprueban por unanimidad leyes en contra del desarrollo, mientras dejan dormir el sueño de los justos a leyes como la de concesión de obra pública, o frenan a toda costa la definitiva aprobación del TLC. Esta gente, si no la detenemos, nos va a llevar del subdesarrollo al surrealismo.

Publicado en La Nación de Costa Rica el 20 de noviembre de 2008.

viernes, 7 de noviembre de 2008

El obamismo mesiánico y la elegancia


La algarabía mundial a cuenta de la elección de Barack Hussein Obama se me antoja un tanto exagerada. Los motivos son varios. El fundamental es lo previsible del tema. Aunque tras los traspiés de Al Gore y John Kerry en los dos últimos comicios presidenciales el personal estuviese inquieto, lo cierto es que, en esta ocasión, era muy difícil para McCain repetir nuevamente el milagro republicano de George W. Bush. Las encuestas, aunque fallaron un poco finalmente si observamos los resultados del denominado “voto popular”, esta vez apostaron por el ganador correcto.

Igualmente exageradas me parecen todas esas algaradas políticamente correctas acerca de la raza del que será nuevo presidente de los EE UU. Primero porque Obama no es precisamente el negro de antepasados traídos como esclavos desde África, que fueron explotados en las plantaciones de algodón sureñas y luego tuvieron que aguantar décadas de segregación racial. A este señor lo negro le viene de una acomodada familia keniata –en Kenia hace medio siglo de esas había aún menos que hoy- que envió a su hijo a estudiar a los EE UU. En otras palabras, lo de la segregación se lo han contado o lo ha leído en los libros, así que lo del espíritu de Martin Luther King no es más que una fábula para vender periódicos, oiga.

Segundo porque en una sociedad tan diversa y multicultural, palabras que usan con fruición los intelectuales de la progresía mundial, como la norteamericana, este tema no debería ser tan destacable. Que Obama haya ganado las elecciones presidenciales es un signo de absoluta normalidad, máxime cuando muchas alcaldías de ciudades importantes de los EE UU y algunas gobernaciones están en manos de latinos, hindúes, polacos o italianos.

Para mi lo realmente destacable no es el color de la piel de este señor, sino cómo un norteamericano prácticamente de segunda generación ha alcanzado la presidencia del país.

La otra gran exageración es el carácter mesiánico que se le está concediendo a la figura de Obama. Leyendo las declaraciones de los presidentes de un buen número de naciones, todos coinciden en lo mismo: su país va a mejorar las relaciones con los EE UU con la llegada a la Casa Blanca del negro. Por cierto que ahora lo de “negro” ya lo dice todo el mundo, así que estoy pensando en empezar a utilizar algún eufemismo para denominar al personal de esta raza. Desde Hugo Chávez, hasta el testaferro de Vladimir Putin –comprenda el amable lector que el nombre del interfecto mis neuronas han descartado memorizarlo-, pasando por el contentísimo José Luís Rodríguez, que sigue empeñado en ir a la reunión del G-20, sin darse cuenta que habría que denominarlo G-21 y entonces el feliz encuentro perdería mucho glamour.

A partir de ahora los EE UU no son ese país belicista, consumista, neoliberal, egoísta, explotador del medioambiente que nos habían vendido los líderes de opinión de la izquierda. No, ahora El Imperio del Mal Gusto –eso no dejará de serlo por muchos obamas que vengan- es un remanso de buenas intenciones, que liderará la lucha contra el cambio climático –eso lo he leído en un diario de gran tirada en España- y que se volcará en generar un nuevo Estado del Bienestar. Una nueva Europa pero con dinero, o sea.

Seamos sinceros. Obama ha ganado por dos cosas. Por supuesto por el hartazgo que Bush ha generado en propios y extraños. Aunque los extraños, los que no votan quiero decir, ya lo “echaron” en 2004 y gracias a la insistencia en darlo por muerto el pueblo norteamericano se reveló y lo dejó otros cuatro insoportables años. Pero ese cansancio antibushiano ha sido magistralmente explotado por la maquinaria mercadotécnica de Barack Obama. Ese ha sido el otro factor decisivo: la victoria de un esfuerzo de marketing electoral cifrado en 500 millones de dólares.

El equipo de Obama, apoyado hasta la saciedad por comprometidos directores, actores y artistas varios, ha logrado transmitir entre el votante americano la idea de que el negro significa el cambio o, como mínimo, el menos malo de los dos candidatos.

La masa adocenada se ha tragado un anzuelo que quizá sea cierto. Lo que no es verdad es que haya que echar las campanas al vuelo ni investir a este señor de Mesías del siglo XXI, eso sólo el tiempo y los hechos –para mí es un melón sin catar- lo dirán.

martes, 4 de noviembre de 2008

Los personajes y la elegancia: Sofía de Grecia


Hace tiempo que llevo dándole vueltas a la posibilidad de dedicar unas líneas a la Casa Real de España. Dada mi inclinación innata al vilipendio, lo lógico hubiese sido empezar por Letizia Ortiz, conocida entre el vulgo, al que ella perteneció hasta hace unos años, como La Leti. Sin embargo, la actualidad, los acontecimientos y las ganas de entrar en el fuego cruzado abierto tras sus declaraciones a Pilar Urbano, me llevan a estrenarme con la Reina.

A mi esta señora siempre me ha parecido una persona de lo más correcta. Educada para ser reina desde su más tierna infancia, Sofía de Grecia, ha cumplido a pies juntillas su papel en la vida.

Su imagen austera y a la vez con cierto estilo, sus gestos absolutamente estudiados, impertérrita casi en todo momento, quizá sólo en alguna boda y en el funeral del padre de Juan Carlos de Borbón, haya soltado una lágrima. Quién sabe si también por necesidades del guión.

La cuestión es que la Reina me genera cierta simpatía precisamente por eso, por ser fiel a aquello para lo que fue formada. Muy lejos de esta nueva pléyade de jovencitos herederos de los grandes tronos europeos con novios y novias surgidos como de cuentos populares: El príncipe y la doncella, y cursiladas muy del estilo Pretty Woman. De esas que tanto aplaude la progresía porque demuestra la “modernización(sic) de la institución”.

Curiosamente ahora que la supuesta modernización del sistema de gobierno más antiguo que se conoce, esto es, la realeza, es casi un hecho, consumado por diversas vías como pudimos ver en El Jueves. Resulta que a los mismos que aplauden lo de las bodas intersangüineas –azul con roja, naturalmente-, se molestan porque Sofía de Grecia dé unas declaraciones de lo más coherentes a la autora de un libro. Esto no hay quién lo entienda.

La modernidad para los casamientos “por amor” –o por calentón, si se tercia-, por supuesto, pero lo de que los monarcas den declaraciones, más aún si es acerca de los derechos y comportamientos del “oprimido” colectivo de los homosexuales, eso sí que no. Imagino que si hubiese dicho que la Iglesia es caduca, retrógrada y que debería permitir las bodas de blanco y chaqué de las personas del mismo sexo, estos mismo habrían salido defendiéndola a capa y espada.

Sin ir más lejos, Santiago Carrillo, dice que “me parece imperdonable que la Casa Real no haya evitado que salgan a la luz estas declaraciones”. Lo cual en tiempos de Franco se denominaba “censura”, pero puesto en boca de los “perseguidos” de aquella época creo que lo denominaríamos “control democrático”.

Para rematar el tema el portavoz del PP, Esteban González Pons, dijo algo así como “la Reina es como la bandera, va a los actos públicos pero no dice nada”. Ahí es donde yo me indigno. Porque una bandera, una buena bandera rojigualda colgada en el Paseo de la Castellana no debe costar más de 100 euros, pero esta familia nos cuesta unos 10 millones de euros al año y, encima, mejor que se queden calladitos.

Cada día estoy más perdido con esto de la monarquía española. A pesar de los denodados esfuerzos de Sofía de Grecia por agradar a propios y extraños, esto ya no se tiene en pie. Su elegancia, fruto de la fidelidad incorruptible a los usos, costumbres y valores que le inculcaron desde la cuna, se ven eclipsados ante una sociedad cada día más cambiante.

Aunque no sea el momento, porque probablemente nunca lo será mientras prime lo políticamente correcto y el arañar votos de donde sea, el debate hay que abrirlo. Ya esto no es un asunto de izquierdas o derechas, de monárquicos o republicanos, sino de lógica elemental. Doña Sofía debe pasar a la Historia como la última reina de España y, así, sin más polémicas estériles y absurdas, darle el lugar que se merece a esta señora verdaderamente elegante.


P.S. Más sobre mi visión del tema aquí.