martes, 3 de febrero de 2009

Habemus plan


El Gobierno de Costa Rica ya tiene un plan contra la crisis económica, esa que ni el ministro de Economía ni el presidente del Banco Central advertían hace tan solo unos meses. Lo han bautizado el “plan escudo”, un nombre más de operación militar –Tormenta del desierto, Plomo pesado…– que de contingencia económica.

Resulta curioso que Óscar Arias abra su discurso de anuncio del plan afirmando: “en abril del año pasado yo hablé de vacas flacas”, cuando en realidad los máximos jerarcas económicos del país se empeñaban en afirmar lo contrario. Especialmente Francisco de Paula Gutiérrez.

Con su obsesión desmedida por controlar la inflación, Gutiérrez cerró las posibilidades de crédito de los bancos estatales y los obligó a respaldar con patrimonio hasta los Bonos del Tesoro de la República de Costa Rica. Una medida sin precedentes y que ha venido a causar un frenazo en la actividad económica del país y a agudizar aún más las consecuencias nacionales de la crisis financiera internacional.

Paradojas. Todo esto ocurría un mes antes de que Arias hablase de “vacas flacas” y ahora que estamos en el “ojo del huracán”, Gutiérrez sigue hablando de inflación y Arias, mirando para otro lado. Hemos invertido unos cuantos miles de millones de colones en capitalizar unos bancos que quedaron descapitalizados por obra y gracia del BCCR. Un pequeño detalle que todo el mundo parece haber pasado por alto.

Igualmente paradójico resulta que, habiendo obtenido el Estado superávit fiscal durante 2008, esto es, los ingresos han sido superiores a los gastos, los entes estatales que prestan los servicios públicos anuncien importantes subidas de tarifas en plena crisis. No me refiero al aumento de los mensajes de texto de los celulares, que es el único que parece preocuparle al Gobierno, seguramente por motivos electorales (los principales usuarios del servicio son jóvenes del área metropolitana, esos que cada día votan menos a Liberación y más a las opciones izquierdistas). Lo realmente preocupante es que la CNFL haya subido un 25 % las tarifas sin el mayor miramiento hacia decenas de miles de familias y comercios y sin que el Gobierno haya puesto el grito en el cielo.

Para poner las cosas en perspectiva, si a uno de los usuarios habituales de la mensajería celular le aumentan el precio a 5 colones por unidad y multiplicamos por 300 mensajes mensuales, resulta que el chico paga 1.500 colones al mes por chatear con los amigos. Una familia media que gastaba 20.000 colones en electricidad ahora va a pagar 25.000. ¿Quién sale más perjudicado?, ¿cuál de los dos servicios es verdaderamente “básico”?

Faltó ambición. Volviendo al “plan escudo”, resulta que no deja de tener un componente familiar porque, una vez leído, a uno le suena más a carta al Niño Dios que a verdadero plan económico de un Gobierno. Digo esto porque resulta que, de todas las medidas que se anuncian, más de la mitad dependen de terceros, empezando por el verdadero Poder Ejecutivo de este país, me refiero al Legislativo.

Para relanzar la economía del país, mucho más allá de las ayudas –¡otra más!, es año preelectoral– a los sectores no productivos y a las industrias en declive –el bendito “agro”–, el Gobierno debería haber lanzado un ambicioso plan de infraestructuras desde que se avistaban las “vacas flacas”. Más aún cuando la construcción se vio frenada en seco por la ausencia de crédito en los mercados locales, nuevamente gracias a Gutiérrez y su cruzada contra la inflación.

Ahora estas infraestructuras, que además son necesarias para que Costa Rica encare con cierta ventaja el fin de la recesión económica en los EE. UU., quedan en manos de los rompedores de quórum, los anticonsultorías y otras especies que pululan por Cuesta de Moras (Asamblea Legislativa). Óscar Arias, que ya vio la crisis, según sus propias palabras, hace casi un año, parece que ahora, como ocurrió con el TLC, tiene que dejarlo todo en manos de la Asamblea Legislativa. En definitiva, la carta al Niño Dios.


Publicado hoy en La Nación de Costa Rica.