Valores, no derechos
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En ocasiones se producen acontecimientos que ponen a prueba la solidez de
una sociedad. Estos meses, desde que iniciara la huelga de los sindicatos
del se...
jueves, 14 de enero de 2010
Los mejores y la elegancia
Hace algunos meses me embarcaba yo con fruición en una de esas cadenas de post, seguramente por el rollo cultureta, tan manoseado últimamente, de tratarse de un meme sobre libros. Imperdonable, sin duda. La cuestión es que en esas líneas apuntaba yo la necesidad de obtener un libro descatalogado: De Colón a Bolívar de Salvador de Madariaga. Fruto de diversas casualidades, el volumen cayó en mis manos, en edición de 1955 -escrito en 1941- del Círculo de Lectores. Han pasado cuatro años desde que un amigo, el cual no sé si continuará leyendo estas reflexiones mías, me lo recomendó.
Tanta espera ha merecido la pena. Aunque sea únicamente por esta frase: "España es el único estado en el mundo que entonces como hoy y como siempre se permitía y permite el lujo de tener ociosos a sus mejores hombres." Se refiere Madariaga a la patética existencia que vivió Hernán Cortés una vez regresado de su amada Nueva España (México), miembro de la corte de Carlos V y, aunque acomodado, sin más actividad que la que él mismo se procuraba y sin que el monarca contase con él para nada.
La Historia, esa "tragedia humana", en palabras del propio Madariaga, tampoco ha hecho justicia al gran conquistador. Pocos de de mis propios compatriotas saben que Hernán Cortés conquistó el imperio azteca, que contaba en aquel entonces con más de un millón de habitantes, con unos seiscientos hombres. Una hazaña monumental propia de un gran hombre, cuyo talento fue malogrado por sus contemporáneos.
Madariaga, quizá sintiendo que su propio talento como español de referencia de su época estaba siendo desperdiciado, va más allá de Cortés y señala esa condición nuestra, consistente en condenar al ostracismo a nuestros mejores paisanos, como vigente a mediados del siglo XX. Ya lo dice el sabio refranero popular: "Nadie es profeta en su tierra". Ortega y Gasset, coetáneo de Madariaga, apunta esto mismo señalándolo como envidia. Viene a decir Ortega que los españoles somos incapaces de escuchar a las personas sabias y lo que hacemos, en cuanto tenemos ocasión, es levantar la voz por encima de ellas.
En cualquier caso, este rasgo patrio que nos descubren dos grandes intelectuales del siglo pasado, parece que no ha dejado de tener vigencia en nuestra contaminada sociedad actual. Quizá más que nunca. Miremos a nuestro alrededor y comprobaremos cómo el ámbito público está plagado de seres mediocres, mientras que nuestros "mejores hombres" transitan entre nosotros sin pena ni gloria, cuando no han tenido que emigrar para verse reconocidos, como ocurrió con el investigador sobre el cáncer Mariano Barbacid.
De ahí que los modelos a seguir de nuestra sociedad no sean personas que han logrado con su esfuerzo y talento llegar a lo más alto de sus profesiones. Seguramente porque tampoco son los mejores los que alcanzan las cotas más elevadas. Sino que los que se nos presentan como referentes, son aquellos que han conseguido aprovechar mejor los resortes de esta sociedad para copar estrados oficiales, púlpitos mitineros y platós de televisión. Sin duda los nuevos paradigmas de esto que se viene conociendo como democracia.
Con este campo abonado para la mediocridad, desperdiciamos, como lo hacíamos ya en el siglo XVI, a nuestros más valiosos compatriotas. Siendo así que lo que se está perdiendo no es simplemente el talento de no pocos hombres y mujeres brillantes, sino nuestra capacidad para salir adelante y destacar como nación. Sigamos engrandeciendo a los mediocres y ninguneando a los que pueden destacar por su capacidad y esfuerzo. Estaremos sembrando nuestro propio fracaso como sociedad y como pueblo.
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8 comentarios:
Totalmente de acuerdo.Este tema ha sido tratado muchas veces por el maestro Antonio Burgos,que incluso tiene una teoría al respecto que el llama del café, cuando alguien destaca y se escucha en el bar a la hora del desayuno "pero eso como va a ser si ese toma café conmigo".Por desgracia parece que esa envidia es consustancial con nuestro carácter,entiendo que por complejo de inferioridad con nuestros compatriotas,y en vez de intentar superarlos tomamos el camino más fácil que es intentar "hundir" a los demás.Un saludo.
NACHO
Totalmente de acuerdo...sinceramente, perpetuamos la incultura en un país de pandereta que premia claramente la mentalidad de estraperlo a la honradez y dedicación...
Un abrazo,
X
Pues eso que dice me parece muy interesante.
Sonará a topico, pero tambien hay en Camilo J. Cela una definicion igualmente evocadora sobre el caracter envidioso y despreocupado del español... lo mismo que Julio Camba decía 20 años antes; Un pecado nos lleva a otro... sin trabajo no hay dinero para España; sin dinero lo que hay es mucha envidia nacional. pero afortunadamente,
tambien Alfonso de Ascanio (aunque mucho me temo que de un modo más propagandístico que otra cosa)dijo algo esperanzador en su libro "España Imperio" de 1941; "La mayor virtud de los españoles es su confianza en si mismos, que les lleva a estar siempre orgullosos. eso será lo que algun día nos lleve de nuevo a innovar y a triunfar en el mundo. ese carácter que exuda bizarría, bla bla bla... etc"
habrá que tener confianza en la naturaleza del malpensado español, aunque noblote de corazon y heroico, finalmente! jajaja
Tal vez en lugar de lamentar que los otros no cuenten con "los buenos", deberíamos lamentar que, siendo de "los buenos" no hayamos podido hacer nada por nosotros mismos.
Quien tiene éxito (interprete Ud. esto como quiera pero antes mire a su alrededor) actuó pensando en su propio beneficio y quien tiene éxito toda su vida lo hace sin abandonar esta idea de su mente: conducirse de la forma en que el beneficio obtenido sea máximo.
Es muy poco probable que alguno de quienes, antes que nada, contaron con ellos mismos y lograron lo que pretendían se lamente de que los demás no contaran con ellos.
En resumen: me parece una mala actitud esperar a que vengan a por mí a "tenerme en cuenta" ¡con lo que yo valgo! Y de muy malos resultados.
Más resumido aún: Mueve el culo, tío, y deja de llorar.
Y no creo que tenga que ver ni con la envidia ni con la condición de ser españolito. Y que me perdonen D. Salvador, D. Ortega (y su amigo Gasset) y el Sr. titular de este blog a quien agradezco que me deje escribir en él.
Hola Nacho,
Coincido mucho con esa visión de Antonio Burgos, es decir, tendemos a pensar que no puede ser extraordinario aquel con el que nos tratamos en un plano ordinario. Sobre lo de "hundir" al que triunfa, yo sé de un lugar en donde la envidia es más fuerte que aquí, tanto es así que se busca más el fracaso ajeno que el éxito propio.
Hola Xavi,
Cuando no premiamos vitaliciamente al que aprueba un examen para ser funcionario, o al que medra políticamente para conseguir un puesto.
Hola Pablo,
Gracias por las reseñas. Tomo nota. Yo también creo en esas virtudes patrias.
Gracias por comentar.
Estimado Bloguero,
Coincido con su comentario, dado que no es yuxtapuesto a mi reflexión. Me explico. Una cosa es "mover el culo" como contraposición al que espera a que sea la Divina Providencia o la llamada del prójimo la que le saque las castañas del fuego, con lo cual no puedo estar más de acuerdo, y otra bien distinta es el límite de las capacidades ante una determinada idiosincrasia como la nuestra. Veamos un ejemplo.
¿Podemos acusar a Hernán Cortés, que doblegó un imperio dirigiendo a unos centenares de hombres en una tierra extraña, de quedarse sentado esperando que alguien contara con él?.
Acompañó Cortés, a su vuelta de Nueva España, a la flota española en su ataque a Argel. Siendo él el único que había conquistado un imperio, el Emperador no contó con él en su Consejo de Guerra.
Cortés envió no pocas cartas al Emperador Carlos V poniéndose a su disposición primero y quejándose después, pero los asuntos de la corte -como hoy los de la política- eran así.
No es la falta de disposición o la actitud reactiva la que rigió la vida de Cortés, como tampoco creo que sea eso lo que limite que los mejores sean los que accedan a los puestos de mayor responsabilidad. Hay otros factores, como expongo someramente en el artículo, que taponan, impiden y malogran las capacidades de nuestros mejores compatriotas.
Dicho lo anterior sería complicado saber si es el conformismo o ese falso orgullo que expone Ud. -"que me llamen ellos"-, o más bien es nuestra idiosincrasia, la que nos cercena la posibilidad de aprovechar a nuestros más capaces paisanos.
Gracias por el comentario y confío en que esa misma libertad para ejercerlo continúe en el futuro.
¿Acaso disfrutas el pesimismo?
Aunqué es cínico, verdaderamente es lo qué está sucediendo. Pienso yo qué no deberíamos reconcer a gente mediocre, pero los seguidores son los mediocres mismos. Por lo qué no existe remedio alguno. A menos qué recurrieramos al asesinato, o a la trancisión total de los medios masivos.
La dedicación, madurez, inteligencia, ya no son tanto un mérito si no una cualidad inencontrable.
A pesar de las palabras escritas, y de éstas conclusiones auto-injustas, creo qué lo mejor es reconocer, nosotros mismos, a la sociedad de altura intelectual y culta.
Saludos, te sigo!
maxretro.blogspot.com
Gracias, Max. Eso es cierto: hagamos el reconocimiento al menos nosotros.
Me paso por tu blog.
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