jueves, 16 de febrero de 2012

De la masa adocenada al crowdsourcing


Es un tema recurrente de este blog el de hablar de la necesidad humana de pertenecer a un grupo. Lo vengo señalando casi desde que empezó este espacio y luego me he referido a él en repetidas ocasiones. La sociedad de la información, que es esa cursilada a la que nos referimos como la época en la que vivimos, nos ha dotado de innumerables herramientas para huir del adocenamiento. Sin embargo, la naturaleza humana, en su condición animal, se sobrepone al progreso y el instinto de pertenencia prevalece.

Este universo digital y de la comunicación global lo que ha permitido, en mi particular opinión, es homogeneizarnos más aún. A pesar de las infinitas opciones que aparecen en nuestro horizonte gracias a las nuevas tecnologías, nosotros siempre, como la cabra, tiramos al monte, es decir, a lo seguro.

Podríamos pensar que, por ejemplo, la posibilidad de tener un blog es un instrumento de individualización extraordinario, pero la realidad dice lo contrario. Ahí tenemos a los egobloggers como botón de muestra. Han convertido esta herramienta para salir de la masa en una forma de pertenecer a una categoría social de más que dudosa elegancia. No sólo me refiero al fondo del asunto, sino a las formas: las mismas poses, el mismo tipo de letra, el mismo formato de post –recordemos que este tipo de personas postean, no publican-, etc.

Hace unos días tuve ocasión de asistir a un evento TED. Para los profanos les diré que es una especie de conferencia en la que participan un puñado de ponentes en exposiciones cortas. Una suerte de monólogos encadenados que se graban y luego se emiten por Internet. Hablan de temas de lo más variopinto y algunos cuentan chistes o interpretan piezas musicales.

Casi todos recurren a lugares comunes de lo políticamente correcto: el cambio climático, la pobreza mundial, lo importante de hacer ejercicio y eso de los nuevos “paradigmas” de la sociedad, todo bañado de una especie de canto a lo cool que es estar allí. La esencia es ver a una señora con micrófono inalámbrico, gesticulando de un lado a otro del escenario y contándonos su historia de superación en la vida. Entren a la sección Inspiring de los TED talks y me lo cuentan.

Ahí me di cuenta de que los viejos aglutinadores de nuestra sociedad han cambiado radicalmente. Ahora el punto de encuentro de la manada no es el cafetín, que dijera Ortega en La rebelión de las masas, ni el bar de la esquina de Joaquín Sabina, ahora es la Red. Ahora nos agrupamos por medio del blog, el tuiter y el feisbuk y los mantras de nuestra sociedad se dictan en los TED talks, entre otros medios autorizados.

Hemos dejado de ser la masa adocenada para convertirnos en crowd. Por eso no tomamos café con los amigos, sino que hacemos crowdsourcing. Mientras los más avezados se dedican al crowfounding, es decir, lo mismo pero con la intención de sacarnos el dinero a los que formamos el crowd.

Aunque no todo es virtual para este nuevo tropel. Para eso se han puesto de moda las maratones multitudinarias y demás pruebas deportivas llevadas al extremo; para eso están las manifestaciones y acampadas en plazas públicas convocadas a golpe de tuit; para eso han nacido los TED, aunque dé igual verlos en el iPad que presenciarlos en directo; y, finalmente, aún persisten los conciertos de música y los pujantes festivales.

Al fin y al cabo seguimos siendo humanos, demasiado humanos, que escribiera Nietzsche. Aunque yo creo que nos hemos divido en dos grupos: los que necesitan pertenecer y los que buscan trascender.