jueves, 30 de agosto de 2012

Ingeniería social y lenguaje: lo siguiente


El lenguaje es como un ser vivo. Evoluciona con el paso del tiempo, con el cambio de las costumbres. Aunque también va cambiando por medio de la creatividad de algunos seres humanos. Así nacen algunas expresiones que terminan imponiéndose. Muchas de ellas porque resultan simpáticas o atractivas de usar. En la mayor parte de los casos porque queremos integrarnos más al emplearlas.

Un ejemplo de esto es la expresión de nuevo cuño “lo siguiente”.:

-       - No estoy reventada, lo siguiente.

Frase real que podemos leer en uno de las muchas redes sociales. Lo siguiente viene a emplearse como el superlativo/imaginativo en el lenguaje popular/ocurrente. Yo, sinceramente, necesito una aclaración cuando alguien emite esta sentencia. ¿Qué es lo siguiente a reventada?. ¿Destrozada como si le hubiese pasado un camión por encima?. ¿Extenuada física y mentalmente?. O a mi no me queda claro, o la creadora de tal afirmación pretende que el resto de la Humanidad dejemos volar la imaginación y pongamos nombre y apellido a ese lo siguiente.

-       - Este tío no es gilipollas, sino lo siguiente.

Otra oración muy común en bares y festejos populares entre los infectados por este nuevo sarampión que podríamos bautizar como siguientismo. De nuevo, ¿qué es lo siguiente?.  ¿Gilipollas integral?. ¿Un poquito menos imbécil que tú?.

Y es que el siguientismo tiene esa peculiaridad, que deja la duda. Yo siempre dudo entre si el siguientista quiere que yo ponga apellido al lo siguiente, se trata de una gracieta rayana con la intelectualidad, o es que es incapaz por si mismo de continuar con el superlativo que sigue al adjetivo en cuestión.

Internet está lleno de ejemplos del uso del siguientismo. Blogs con títulos como “Friki no, lo siguiente”, que debe ser una suerte de autobiografía del autor del blog. Hasta hay campañas  publicitarias que emplean el siguientismo, a todas luces con la intención de congraciarse con su público meta: el gregario.

Si lo que se quiere expresar es el grado superlativo de las cosas, yo opto por otra expresión más prosaica, menos intelectualoide e igualmente fruto de la evolución del lenguaje. Se trata de la afirmación superlativa en grado extremo “se caga la perra”.

-       - Me acabo de comer una langosta que se caga la perra.

Ahí no hay que explicar nada más. El citado manjar era el non plus ultra del placer culinario, expresado por medio de una afirmación rotunda: se caga la perra. Puede sonar ordinario, zafio, incluso vulgar, pero todo ello queda suplido por la absoluta ausencia de pretenciosidad. Se caga la perra es, en definitiva,  la antítesis de lo siguiente, aunque puedan parecer sinónimos.

Que el lenguaje evolucione está bien. Es natural. Lo malo es que se empiezan a adoptar a velocidades de vértigo giros y expresiones que rozan la idiotez supina, o lo siguiente, que es la más profunda ignorancia disfrazada de integración con el entorno. En otras palabras la absoluta falta de elegancia.

miércoles, 1 de agosto de 2012

España y el inglés. Realidad o ficción.


Los españoles que vivimos en países de clara influencia anglosajona, norteamericana para más señas, observamos la gran cantidad de anglicismos y términos directamente en la lengua de Shakespeare que se emplean en estas latitudes. Palabras casi siempre pronunciadas en perfecto inglés, con acento gringo, eso sí, incluso rozando lo cursi. Sobre todo cuando se mezcla el uso español con el inglés, como en el caso de Nueva York y ese York que se pronuncia al estilo chicle-en-la-boca.

Con el tiempo uno se acostumbra y, sin embargo, lo que le impresiona es cómo en la Madre Patria el uso de palabras y expresiones en inglés se ha extendido tanto. Especialmente en determinados ámbitos, como en el mundo de la moda. Acabo de recibir una publicación de moda de España y no tengo muy claro si es la edición española o la portorriqueña.

Algunos titulares son de esta guisa: “La it girl Gala González nos abre las puertas de su loft”. “Los maxi dresses serán tu must del verano”. “Deco Hunters: Locas por el caravan chic”. “Cooking trend: Aprende a decorar con cupcakes”. Y así. Todo de lo más cool, por no hablar del estritestail en el que se regocijan en páginas interiores bajo el título “Summer Love”.

Lo que no tiene el mismo predicamento en España es la pronunciación del idioma extranjero. En el mundo entero los españoles somos conocidos por nuestro pésimo acento inglés, amén de lo básico del conocimiento de la lengua empleada por los hijos de la Gran Bretaña.

Así, mientras la pronunciación de los términos de la moda –fachon en idiomas- se asemejan bastante a como lo haría Jessica Sarah Parker –diva entre las divas del fachonismo generación X-, en los que a tecnología se refiere los españoles hacemos aguas.

A la conexión inalámbrica la denominamos güifi, en lugar de guaifai; al correo de gmail, lo pronunciamos gemail o gemeil, no sé qué es peor; y a iutuv, lo llamamos yutube. Todo sin pestañear ni un instante e incluso mofándonos del que osa pronunciarlo correctamente. Eso sí, ojo no se nos ocurra decir sumer love, en vez de samer lov (somer lav con acento estadounidense), porque los mismos que dicen yutube no dudarán en hacer escarnio público por nuestra mediocre pronunciación anglosajona.

Este fenómeno de bipolaridad idiomática no es nuevo en España. Toda la vida hemos comido beicon viendo películas de de Burt Lancaster – se pronuncia Bart Láncaster- y disfrutando de los mandobles de Chuck Norris –se pronuncia chak-. Jamás se nos ocurrirá llamar iu tu a U2, pero decimos tu-güan-tu al perfume de Carolina Herrera.

En definitiva que, nos guste o no, Spain is different.


P.D. Todo esto lo escribe uno que aún patina con el in, on, at...