Mostrando entradas con la etiqueta corrupción. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta corrupción. Mostrar todas las entradas

martes, 29 de enero de 2013

Amy y Los Empalmados


Parece el nombre de una de esas bandas de barrio o de pueblo, nacida al albur de aquellos años locos de la post movida madrileña. Pero se trata del subtítulo que hoy podríamos ponerle al nombre de nuestro país: España circa 2013. Amy y Los Empalmados. No creo que cineasta patrio alguno se atreva a meterle mano a un título tan ambicioso. Mayormente porque los directores, guionistas y demás ejecutores del cine español, que pronto volverán a desfilar por la alfombra de los Goya, podrían sentirse identificados con la tal Amy.

Soy consciente de que han llovido mares de tinta a cuenta del trasunto del matrimonio Martin. Sobre el tema del duque y sus erecciones, se ha escrito menos porque en España todavía son muchos los palmeros de esa entelequia constitucional que es la monarquía. Pero la realidad es que el tema va mucho más allá de la consabida picaresca o de la corrupción cotidiana. Estos personajes son la alegoría de lo que es la absoluta pérdida, no ya de elegancia, sino de cualquier atisbo de moralidad en la vida pública española.

Si nos fijamos entre Amy y Los Empalmados –el duque y el escritor consorte- son acreedores de muchos de los pecados de los que hemos venido hablando por aquí desde hace, por cierto, la friolera de seis años.  Empezando por el aspecto monetario del asunto y la necesidad imperiosa de aparentar lo adinerado, viajado y sofisticado que se es. En otras palabras, la antítesis de los placeres privados son virtudes públicas. Máxima epicúrea que nos ilumina en este espacio de libertad y que nuestra sociedad ha desterrado en loor de multitudes.

Podríamos hacer mención de muchos de los pecados de estos y otras de las rutilantes estrellas de espacio público nacional: Bárcenas, los Puyol, los Chaves, etc. Todos ellos, dicho sea de paso, aún auspiciados de un modo u otro por la presunción de inocencia, tan legal a la par que desvergonzada. ¡Menudo invento de la socialdemocracia rampante allá por los años de Filesa!.

Estos personajes nos han ilustrado sobre moda, lujo, glamour, viajes, progresismo y muchos otros aspectos de esa vida azarosa que tienen los personajes públicos. Desde sus innumerables viajes, hasta sus colecciones de coches o relojes, pasando por la utilización profusa del idioma anglosajón, lengua materna -o mother tongue- de doña Amy, a la sazón nacida en Madrid y autora de The Neopicaresque Novel in the Post-War Era. Ahí es nada.

Por encima de todo eso, la gran ilustración que nos dejan todos estos es la evidencia del declive absoluto de nuestra sociedad. Porque, seamos honestos, ¿quién de nosotros no aceptaría ocupar un puesto directivo en una multinacional aunque no haya ni terminado la licenciatura universitaria?. Que tire la primera piedra el que se negaría a cobrar 0,26 euros el carácter por escribir acerca de la felicidad o el cambio climático.

Esta es la sociedad española de los últimos veinte años, estimados lectores. Ni más ni menos. Las Amys Martin se cuentan por centenares, al igual que los depredadores de la institucionalidad, como el duque empalmado, ante los cuales hemos sentido envidia y admiración.

Una sociedad que recubierta en ese plástico absurdo de lo políticamente correcto, se ha ido engendrando dentro del líquido amniótico dentro del cual los vividores han sabido medrar a sus anchas. Y, queridos amigos, van a seguir haciéndolo hasta que la sociedad civil sea capaz de imponer unas barreras éticas acordes con lo que nos ha tocado vivir. De lo contrario, la elegancia perdida seguirá siendo una anécdota dentro de la absoluta ausencia de muchos otros valores.

miércoles, 30 de septiembre de 2009

Cuando hacerse los trajes a medida no es suficiente


Hay quien piensa e incluso dice que mi tocayo Francisco Camps y su fiel escudero Ricardo Costa son dos tipos elegantes. No sé si lo piensan o lo dicen porque aparentan vestir bien o porque todos hemos sabido que se hacen los trajes a medida. En el caso de Camps que se los haga a medida es, en mi humilde opinión, paradójico. Lo digo porque, además de quedarle bastante anchos casi todos, el corte es idéntico a un simple traje de confección, es decir, hecho en serie.

Costa va más allá. Aunque se esfuerza por darle toques personalizados a sus trajes, el resultado es más bien ramplón. Las costuras parece que le van a estallar, sobre todo en la parte de la conjunción entre la espalda y las mangas, en donde ese intento porque parezca que tiene la espalda más ancha resulta ridículo.

No, definitivamente estos dos no son nada elegantes. Menos aún en sus formas prepotentes y chulescas. Sonríen y sonríen ante las cámaras cuando se sientan en sus escaños en el parlamento valenciano, pero no se ríen tanto en la intimidad de la lectura de los diarios nacionales a primera hora de la mañana. Porque este tema ya no es aquella cuestión de los trajes que entresacaron en El País, sino que se va ampliando y la sombra de la duda es tan alargada que si Rajoy no interviene rápido la vía de agua en el PP va a ser insostenible.

A nosotros los andaluces todos estos tejemanejes nos resultan muy familiares. Por eso nos repugna tanto el espectáculo que estamos viendo ahora en Valencia, aunque no venga del mismo partido que hace y deshace aquí a sus anchas y con casos mucho más palmarios y sin investigar por la policía ni la fiscalía. Pero no seré yo el que calle ahora lo que otros ni siquiera se atreven a susurrar cuando la corrupción viene del partido al que votan fielmente.

Tampoco me sirve a mi esta ceremonia del victimismo que han emprendido algunos para salvar los muebles. Si se piden responsabilidades políticas y judiciales hay que hacerlo siempre y en todo lugar. Si la justicia no investiga la subvención a la hija de Manuel Chaves, no seré yo el que se agarre a este argumento para pedir silencio en la causa contra el PP valenciano. Eso sí, reitero que en Andalucía no se ha abierto ni una sola comisión parlamentaria de investigación por un caso de corrupción desde que el PSOE manda, es decir, desde que existe la democracia.

Sé que otros muchos se agarran a eso de que esta noticia llega en un momento clave: negociación de Presupuestos “Siderales” del Estado, subida de impuestos incluida y Ley del Aborto “Libre”, entre otros temas que terminarán por dilapidar la poca credibilidad de un Gobierno tocado. En otras palabras, que esto va a servir para acallar al PP. Sin embargo hay dos hechos que me hacen pensar que esto es diferente. Primero porque ya no es un solo medio, sino un clamor que no distingue colores. El Mundo, El Confidencial y otros medios poco sospechosos de connivencia con el partido en el poder han venido publicando ramas de esta trama, llegando más lejos que el propio diario que sacó el tema de los trajes. El segundo punto que me llama la atención es el runrún que en el propio PP hay.

Esta es una oportunidad de oro para Mariano Rajoy y su equipo para demostrar si este PP es una alternativa real, no sólo en materia de gestión económica, sino para dirigir una sociedad en la que la elegancia parece ser sinónimo de hacerse un traje a medida.