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Es el tema estrella de las conversaciones. En cualquier cafetería podemos encontrar una pléyade de presuntos economistas impartiendo lecciones sobre los motivos, causas y efectos de la crisis financiera mundial. El sábado me encontré a un conocido que se fue a vivir a México y, después del saludo de rigor, entramos de lleno al tema de la crisis. En la mesa de al lado tres hombres de mediana edad andaban señalando ya a la “codicia de los banqueros” como absoluta responsable de lo que estamos viviendo.
Ahora que ser liberal no está nada de moda y que las ratas huyen del barco para no cargar con la pesada losa de defender ideas en tiempos revueltos, el mensaje que cala es el de culpar a los “codiciosos banqueros” con su “inescrupulosa avaricia” y quedarse tan ancho. Creo que antes de afirmar esto deberíamos analizar breve, una vez más, las causas principales de esta crisis.
En los albores de la década los mercados estaban sufriendo diversas tormentas. Primero fue el estallido de la denominada “burbuja tecnológica” o de las puntocom. Casi a renglón seguido y en plena recuperación se produjeron los atentados del 11 de septiembre de 2001. Para reactivar la economía el entonces sabio entre los sabios, Allan Greenspan –un regulador del mercado, por cierto-, decidió poner los tipos de interés casi al 1 por ciento. Lo cual no tardó en tener diversos efectos.
El primero fue que los bancos se quedaron sin margen de intermediación, es decir, la diferencia entre lo que pagan por el dinero que reciben y el interés al que lo prestan. De ahí que éstos tuviesen que mover su negocio en dos sentidos. Por una parte aumentando su volumen, esto es, generando más préstamos para compensar la bajada en su margen. Por otro lado prestando con más riesgo (conocidos como subprime), esto es, a personas que tienen menos capacidad de devolver los préstamos (los famosos ninja) y cobrándoles un interés más alto.
El segundo movimiento vino impuesto por la normativa internacional de la banca –conocida como Basilea II, otro regulador-, que no permite que los bancos presten más de 12 veces su patrimonio. Así que los bancos en lugar de quedarse con los créditos hipotecarios los hicieron paquetes y los vendieron a fondos de inversión. Es lo que se conoce como titulización. El problema vino cuando estos paquetes contenían tanto créditos sanos como otros subprime, pero eso no lo vieron tan mal las agencias que juzgan la calidad de los activos financieros –o rating-, pero las consecuencias han venido en cuanto los créditos de menor calidad han empezado a resultar impagados.
Después de esta brevísima explicación, bajo mi punto de vista lo único realmente vergonzoso de este tema es el comportamiento de las agencias de rating. Ahora bien, ¿tan “codiciosos” han sido los bancos?, ¿cómo actúa cualquier persona ante un cambio en la situación de su entorno económico como la que vivieron los bancos?.
Imaginemos que yo tengo una tienda de zapatos y vendo principalmente una marca de zapatos de lujo que me genera un importante margen por cada venta. De repente esa marca decide no realizar campañas de publicidad, sino reducir el precio y la calidad de sus zapatos y hacerlos más “populares”. ¿Qué puedo hacer?. ¿Vender la misma marca pero mucho más volumen?. ¿Vender otra marca de zapatos de lujo?. ¿Cerrar la tienda y dedicarme al corte y confección?. Salvo en el último de los casos, está claro que soy un “codicioso capitalista” que sólo pienso en ganar dinero.
Es más imagínense que un día las cámaras captan a Letizia Ortiz –t.c.c. La Leti- entrar en mi tienda y esto me genera una avalancha de clientes. ¿Qué haría el amable lector?. ¿Vender la cantidad habitual de zapatos y cuando ya no me queden más cerrar y esperar a que llegue la siguiente temporada o solicitar un pedido extra a mi proveedor?. Seguramente, todos estos que no dejan de hablar de la “codicia” de los bancos optarían por lo primero.
La codicia desde el punto de vista económico es consustancial al ser humano. Nuestra sociedad, absolutamente orientada al consumo, la ostentación y a la acumulación de objetos y experiencias, nos hace ser así, pero en este caso sólo vemos la paja en el ojo ajeno.
¿Acaso los “comprometidos” músicos, actores y directores que pueblan las filas de la progresía mundial dejan de grabar discos, dar conciertos, filmar películas, vender merchandising –con perdón-, hacer publicidad para marcas o asistir a fiestas cobrando, porque ya tienen millones en sus cuentas corrientes?. ¿Acaso no son “codiciosos” los que continúan vendiendo sus producciones, su imagen y hasta su vida privada, a pesar de ser millonarios?. ¿Acaso no son codiciosos los políticos que dilapidan el presupuesto de su país para aumentar su ego o para ser reelegidos a toda costa, esos mismos que andan gritando “El capitalismo ha muerto” o “El Primer Mundo se derrumba como una burbuja (sic)”?.
Creo que Víctor Manuel, el gran cantante que pronto visitará Costa Rica, nos dio la clave hace unos años en un chat con los lectores de El Mundo: “Soy comunista, no imbécil”. Pues eso.