lunes, 14 de diciembre de 2009

Los grupos y la elegancia


En buena teoría, el hombre es uno de los pocos mamíferos que no necesita de un conjunto de individuos para vivir. Así, las cabras, las cebras o los bisontes viven en manada, de forma que el grupo los protege en su devenir por el mundo. El lobo también necesita de la manada, pero mayormente para salir a cazar y sabotear así la protección colectiva de sus presas. El hombre, aunque vive en sociedad, que es la que lo provee de toda una serie de ventajas frente a la vida en solitario, no requiere de un grupo relativamente reducido de los de su especie para protegerse o cazar… o sí.

Porque la realidad dista mucho de certificar esa capacidad individual -o individualista- que posee el ser humano. Necesitamos de la manada porque somos esclavos de ese sentimiento consistente en formar parte de un grupo, como las cabras o los bisontes. No es por protección frente a los depredadores, sino frente a la soledad y a mundo en general que nos miraría con los ojos raros si no nos pudiese clasificar.

La pertenencia a una tribu significa, en primer lugar, identificación. Así, por ejemplo, se puede pertenecer a la tribu pija del poblado. Para ello hay que exteriorizar una serie de formas y comportamientos propios de la misma. Ayer tuve oportunidad de acudir a un mercadillo benéfico, lugar en el cual se aglutinan los miembros de este clan, mucho más numeroso de lo pueda imaginarse. “¿Has pasado por el puesto de Cuqui –nótese la ausencia del uso de la k-, tiene unos bolsos de Loewe ideales?”, le comenta una amiga, ataviada con los ropajes propios de la tribu, a otra igualmente vestida para la ocasión. “Pues yo le comprado a Juanchi la pulsera del equilibrio en el puesto de Piluca, porque me dijo Fefi que a Toti le había venido genial para volver a jugar pádel”, responde la segunda.

Formar parte de una tribu no es óbice para que los individuos cuenten luego con un grupo más reducido al que pertenecer: la pandilla o pandi. En este caso ya no son sólo los usos y costumbres, sino que la vida cotidiana se ve dirigida en cierta medida por el colectivo del que se es miembro. La pandilla condiciona ciertos aspectos de la vida del individuo, principalmente el tiempo de ocio. De esta forma uno no tiene que verse en la obligación de pensar por sí mismo: la manada lo hace por uno.

“¿Dónde vamos a ir el fin de semana?”, le pregunta el marido a su esposa el miércoles por la noche. “No sé, tengo que hablar con la peña, pero creo que el sábado íbamos a alquilar una casa en la sierra”, es la respuesta. Evidentemente ese “tengo que hablar con la peña”, significa “lo tenemos más que hablado desde la semana pasada”. La clave está en la impersonalización y en que no se cierra la puerta al individuo para que proponga o discrepe, lo cual no va a suceder porque vendría a contravenir los fundamentos de la pertenencia a la pandi.

Evidentemente, ser parte de una comunidad de este tipo tiene innumerables ventajas. Para empezar se reducen los riesgos de cometer errores. Sobre todo porque como uno no elige, tampoco es responsable de la elección. Además, si se siguen las reglas no escritas acerca de la vestimenta o las costumbres de la piara, difícilmente podrá el individuo salirse de los estándares ideales. Ideales para la tribu, se entiende. Un ejemplo lo tenemos en la indumentaria de los varones de la tribu pija. Sólo hay que llevar las prendas must del momento: el chaquetón Belstaff negro ajustado por encima de la cintura, el polo de manga larga con grandes letras –da igual lo que ponga mientras se incorporen claramente las palabras “Polo Team” y la marca sea Hackett o La Martina- y las zapatillas que parecen zapatos, mayormente por el color.

Aunque el ejemplo empleado sea el de un grupo concreto y de un alto grado de aceptación por el gran público, no olvidemos que hay infinidad de tribus, incluso aquellas que se anuncian como alejadas de cualquier aspecto relacionado con la vida en sociedad, que siguen el mismo patrón de comportamiento. El rebaño es rebaño, sea de ovejas, búfalos o jevis.

Como ya se ha dicho aquí, la individualidad es uno de los valores más apreciados de la elegancia. Vivir en sociedad conlleva aceptar ciertas normas y convivir con los de nuestra misma especie. Otra cosa diferente es seguir el dictado de los demás por el mero hecho de pertenecer a un determinado grupo de individuos con los que, a poco que nos paremos a reflexionar, nos separan más cosas de las que nos unen.

12 comentarios:

Gratistotal dijo...

ay madre, qué gran foto, mucho mejor que las que yo te he recomendado! y añado varios items:

- horrendo eso de tener que vivir rodeado de gente paa todo, salir, comer, cenar, llevar a tus niños al cole...es que no existe el individuo? es que sólo nos nutrimos de un mismo tipo de gente?
- observo un look entre los hombres que van in crescendo: la barba y pelo semi largo. Los Aznar (el Jose y Alonso) lo han puesto de moda, sobretodo se ve en los más jóvenes del grupo (es fácil ver al padre sesentón perfectamente afeitado y al hijo treintañero con barbas guarras, eso si, polo ralph lauren)

Unknown dijo...

Cierto, hay veces que cierto ostracismo es una bendición, sí señor...yo en navidades, cada vez más, tengo el cuerpo anacoreta...
X,

ev dijo...

Hola Paco
Hoy te vine a leer.
Concuerdo en todo con tu crítica, lo he visto suceder y lo rechazo como comportamiento. (Vas a tener que poner un glosario de términos, hay muchas palabras que asumo son localismos)
Abrazo

lola dijo...

Me has recordado la época adolescente de mi hija, que por ser "diferente" se vestía como el resto de su tribu, eran una mezcla entre punk y heavy, aunque mi hija se llevaba la palma, era la más diferente (por decirlo de una manera suave) doy gracias a Dios que ya pasó esa época.
Y con eso de los nombres de los pijos, no se si conoces una obra de Alejandro Casona, en que el protagonista se cuestiona precisamente eso de los nombres de la "gente bien"
Un saludo,

Pakithor dijo...

Hola Raquel,

El pelo largo ya venía siendo una tendencia de los varones de la tribu. Lo de la barba es más reciente, pero no sé si se va a consolidar, aunque gana adeptos.

Hola Xavi,

Ostracismo pero voluntario. Recuerda que el ser elegante no está aislado, sino que es el mundo el que no quiere admitir la realidad.

Ev,

Pijos vienen a ser los "fresas" de Costa Rica. Por lo demás a tus órdenes para aclarar términos que no se emplean por aquellos lares.

Lola,

No conozco la obra de Casona, pero estaré encantado de que me pases el título.

Gracias por comentar.

Kutusov dijo...

Me encanta ir contracorriente. No sé si por elegancia, porque es mi naturaleza (como los salmones), por diversión o porqué, pero haciéndolo me encuentro taaaaan bien, taaaan libre y taaaan excéntrico que que no sé como definirlo.
El rebaño tiende a suplir la falta de confianza en uno mismo. Cuanto menos confianza y seguridad, más gusta el rebaño.
Un abrazo Paco. Gran post.

Pakithor dijo...

Hola Kutusov,

Coincido contigo, sobre todo en el final. A veces ir contracorriente no deja de ser también una forma de comportamiento colectivo, de ahí que, como siempre busco el término medio.

Gracias por tu comentario.

MJ dijo...

"Otra cosa diferente es seguir el dictado de los demás por el mero hecho de pertenecer a un determinado grupo de individuos con los que, a poco que nos paremos a reflexionar, nos separan más cosas de las que nos unen" Me descubro ante tus palabras, de lo más acertado que he leido en mucho tiempo.

Gracias

Pakithor dijo...

Gracias a ti, MJ. Me has sacado los colores.

nacho dijo...

El hombre es un animal social,y por esa misma definición,es poco individual.Sin embargo siempre he creído que las excepciones a ésta regla son los que marcan las tendencias (una de las paradojas de la vida).Un círculo vicioso para que continúe el equilivrio en la sociedad.
Un saludo

Pakithor dijo...

En efecto, Nacho, el equilibrio, siempre el equilibrio.

Gracias.

Maria Afonso Sancho dijo...

Me ha gustado mucho lo que escribiste aqui. Voy hacer un post linkado para aqui en mi blog de Moda.
Bom Ano Novo!