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Una de las principales consecuencias de la influencia de los medios de comunicación masiva es la sed por poseer muchos bienes. La forma de obtener esos objetos –o servicios- es mediante el ingreso de dinero. Mucho dinero. De ahí que la consecución del vil metal haya desterrado gran parte de los principios fundamentales sobre los que se asentaba la convivencia en sociedad. El mundo de los negocios es el que más afectado se ha visto por este motivo.
Tradicionalmente se ha dicho que un apretón de manos es suficiente para cerrar un trato. Eso sería en la Edad Media o, como mucho, en ciertos reductos. Hoy estrechar las manos es como hacer una raya en el agua: instantáneamente desaparece. Peor aún si la contraparte es estadounidense.
Después de horas de negociaciones, el mes pasado llegué a un acuerdo verbal con un gringo acerca de un contrato. Todo se cerró con el tradicional choque de manos entre sonrisas y bromas. Pues bien, al día siguiente cuando recibo la propuesta del acuerdo negro sobre blanco no tenía absolutamente nada que ver con lo negociado. El tipo reflejó en el papel exactamente su propuesta inicial y las horas de negociación –ni que decir tiene el apretón de manos- no sirvió absolutamente para nada. No hace falta que comente lo engañado que uno se siente en estas circunstancias.
Porque esto de los negocios ya no es un tema de “pactos entre caballeros”, ni de “la palabra dada es ley”, como lo fue antaño. La falta de elegancia, amén de la ausencia de ética, es tan acusada en el mundo empresarial como lo pueda ser en el del corte y confección, contra el cual no tengo nada, por cierto. Los negocios se fundamentaban en la confianza mutua, en el valor de la palabra dada, pero nada de eso tiene sentido hoy.
Ahora todo es a golpe de correo electrónico recortado y descortés, por culpa de las pdas, dicho sea de paso. Todo se envuelve con la mística de las palabras grandilocuentes y vacías, preferiblemente en inglés, que es el idioma de los negocios. En medio de la hipocresía y la falta de ética se introducen frases como “esto tiene que ser una negociación win-win”, es decir, en la que todas las partes ganen, una gran mentira, como comprenderán. Otra curiosa y muy de moda es esa que dice algo así como: “tenemos que pensar que esto en una long term relationship”, lo cual significa que si le bajas el precio puede que te vuelva a contratar.
Otra de las grandes estratagemas, colmo de la ausencia de elegancia, consiste en mezclar lo personal y lo profesional. Así, no es extraño que a uno le cuenten sus penurias económicas o los esfuerzos que hacen algunos padres por enviar a sus hijos a colegios o universidades carísimas, "la educación es lo primero", faltaría más. El objetivo no es humanizar los negocios, no caigan en el error, sino intentar sacar algún tipo de ventaja en la negociación que se avecina.