jueves, 19 de noviembre de 2009

La tacañería y la elegancia


Aunque no lo crea el amable lector, la crisis que padecemos genera situaciones de cierta alegría para determinados individuos. Un ejemplo claro de lo que digo lo podemos observar en los tacaños, es decir, en esos individuos que hacen de su mezquindad un modo de vida. Cuando todo es alegría y bonanza a los avaros les cuesta trabajo esconderse. Sin embargo, en plena crisis, campan a sus anchas, aunque igualmente se les puede identificar.

Los tacaños ahora se quejan con la misma o más profusión, aunque tengan la cuenta bancaria repleta, que los individuos que sufren dificultades para llegar a final de mes. Creen que no se nota que lo hacen por deformación, pero se les ve venir. En primer lugar porque esbozan una leve sonrisa cuando afirman eso de "es que la cosa está muy mala y no se puede ir tirando el dinero", o aquello otro de "hay que mirar hasta el último céntimo".

En segundo lugar porque lo dicen justo en el momento de ir a pagar. En ese doloroso trance, el avaro saca tímidamente las monedas del bolsillo o mira la cuenta con detenimiento antes de que le dé el aire a su billetera, dependiendo del importe a intentar que pague otro. Durante esa misma situación el no-ruin, pero arruinado, saca la cartera y el exiguo billete para hacer frente a su parte, cuando no para intentar invitar. La diferencia se nota. Cuando no tiene más remedio que hacer frente a la cuenta, al tacaño le entra la prisa. Quiere pagar e irse rápido, como el que comete un pecado y no quiere que se note o pretende olvidarlo pronto.

Pero hay grados de tacañería, costumbre que, en sí misma, no tiene porqué significar falta de elegancia, siempre que se lleve con cierto disimulo y sin sacarla mucho a pasear. El grado supremo, como vengo diciendo, sale a flote a cuenta de esto de la crisis. Conocedor de la situación económica del personal, el ruin se mueve como pez en el agua en busca de la ganga, de la ventaja, en definitiva. Así, el tacaño aprovecha las circunstancias de la contraparte para hacer ofertas temerarias, con el claro objetivo de aprovecharse de la debilidad en la posición negociadora del otro.

Lo he vivido en primera persona. Algunos piensan que no atravesar una buena situación económica es sinónimo de gangas que hay que explotar con fruición. De ahí que haya que soportar ofertas de lo más imaginativo que no tienen empacho en camuflarse de ayudas, cuando, en realidad, no son más que intentos de sacar ventaja de las aguas revueltas. Todo es ganancia, porque si la oferta es aceptada él gana, si no es aceptada queda como que sólo pretendía hacer un favor. ¡Menudo favor!.

El avaro, el ruin, el tacaño, no sólo está superando con tranquilidad la crisis, sino que la está disfrutando. Mucho ojo con ellos.

10 comentarios:

lola dijo...

Hola Paco me ha hecho gracia tu comentario, el otro día una persona que conozco y es bastante tacaña, aparte de miserable moralmente, intentó que le hiciera rebaja en un encargo que me hizo, y encima era como si me estuviera haciendo un favor, no cedí, me pareció una ofensa porque considero que no respeta mi trabajo. Las cosas están mal, pero no hasta el punto de que tenga que aceptar que menosprecien mi trabajo. Otra cosa sería que yo quisiera tener un detalle con un cliente.
Saludos!

Unknown dijo...

jajaja, cierto, algunos se rebozan en esta época en satisfacción...pero ya se sabe, que la avaricia se paga cara...

Eva dijo...

Calla, calla que una cosa es reírse de los tacaños y otra es vivir con uno, ay.

Echaba de menos yo estos artículos tuyos tan elegantes, me encantan, que le vamos a hacer...

pacopeg dijo...

A algunos funcionarios -“mileuristas” sobre todo- también le alegra la crisis: Disponen de más dinero y todo está más barato.
Me gusta este blog. Lo he añadido a mi lista de blogs…
http://superabundantes.blogspot.com/

Beatriz dijo...

eso no es tacañería, es directamente ruindad, mezquindaz y vileza.

habrá que estar atentos y aprender a esquivarlos.

Anónimo dijo...

Excelente artículo Pakithor, da gusto volver a leerte. Un saludo.

nacho dijo...

En el término medio está la virtud.La opulencia también me desagrada.Un saludo.

Pakithor dijo...

Hola a todos,

Lamento haber tardado tanto en contestar y, además, hacerlo en bloque.

Efectivamente parece que la crisis sirve de excusa a algunos, no hablamos de justa medida, sino desmedida y, por ende ruindad, para aprovecharse de las circunstancias y sacar ventaja.

Yo mismo me considero una persona un tanto tacaña, pero de ahí, a sacar partido de los demás, hay un trecho bastante grande.

Gracias por vuestros comentarios.

Por otra parte, como ya habréis podido comprobar, continúo con la política y la economía en Tercera Vía, mi otro blog. Imagino que la decisión os parece acertada a la mayoría.

Bucan dijo...

Hay que tener en cuenta que la crisis ha llenado las calles de parados. Es un drama individual cada uno de ellos, pero a la par, han caído como sablistas sobre padres, hermanos, primos, amigos, vecinos, etc... Al principio, todos ayudan algo pero con el tiempo, la carga empieza a ser pesada. El parado trata de mantener su anterior tren de vida mientras los sableados ven que la crisis se alarga y tienen que seguir soltando la tela.

Entonces muchos adoptan postura defensiva. Evitan todo síntoma externo de riqueza nueva. No son tacaños o avaros, pero la situación les fuerza: no voy a cambiar de coche para que no vea coche nuevo el vecino de abajo, que ya me lleva sableando varios meses, porque pienso decirle que la crisis me ha alcanzado también. Y así, una crisis fuerte como la actual, empuja a muchos a una postura de racanería simulada.

Pakithor dijo...

Bucan,
Entiendo el caso que explicas. En el mío concreto mi "tren de vida" se encuentra reducido hasta la mínima expresión. El único "lujo" que me permito es tener conexión a Internet.
Gracias por tu comentario.