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Carmencita Chacón nació en un pueblo de Barcelona en el seno de una familia humilde de origen andaluz. De esos andaluces que se vieron obligados a mudarse a Cataluña por culpa de Franco. Sí, por aquella manía del caudillo de favorecer a Cataluña y a las provincias Vascongadas, otorgándoles todas las ayudas necesarias para que se convirtiesen en las primeras regiones industrializadas de la piel de toro. Paradojas de nuestra patria.
Los padres de Carmencita celebraron mucho la muerte de Franco. Lo ha dicho ella, que se acuerda perfectamente de la fiesta íntima a la que acudió con cuatro años de edad el día de oficialmente nos dijeron que Franco había muerto. La precocidad progresista de nuestra protagonista no encuentra parangón.
Aquello la marcó mucho. Tanto que con dieciocho años ya estaba alistada en las Juventudes Socialistas, momento en el que, sin duda, se le cayó la “n” del nombre de pila, aunque todavía no le llamaban “Carma”, eso vino más tarde. Cuatro años después ya era concejala en Esplugas de Llobregat. Pero Carmencita era una joven ambiciosa y Esplugas se le quedaba pequeño.
De concejala a diputada nacional y de ahí a formar parte del núcleo íntimo de Rodríguez. Ministra no sólo para cumplir con aquello de la paridad, sino para retomar las riendas del Ministerio de la Vivienda, el primero de los inventos derrochadores e inútiles que inauguraron esta época gubernamental de golpes de efecto. Ahora, Carmencita, “Carma” para los entendidos, es Ministra del Aire, o algo así. No llegó a tiempo para lo del Vogue, así que ahora se está desquitando por entregas.
A mi me gusta Carma. Es como la Barbie pero en versión política. Tenemos la Carma ministra, acompañada por su asistente, una mujer capitán del ejército; la Carma militar, con su chaquetón de camuflaje en los destinos más inhóspitos, en los cuales, por cierto, nunca se queda a dormir; la Carma televisiva, que graba las comparecencias por si no les da tiempo a los medios a llegar a la comparecencia de turno; la Carma diputada, con semblante compungido y enfadada con Rajoy, con esa cara de enfado que ponen las mujeres cuando el cónyuge les habla mal de la familia.
Carmencita no escatima en vestuario. Siempre va vestida para la ocasión. Asesores no le faltan y el atrezo corre por cuenta de los Presupuestos Generales del Estado. Son las ventajas de la cartera ministerial. Claro que estas líneas pueden sonar muy machistas y si no que le pregunten a Trinidad Jiménez, otra que tal baila, pero con menos fondo de armario y bastante peor peluquero, o estilista, o como se llame ahora eso, que nuestra protagonista.
Claro que tendríamos que preguntarnos qué es lo verdaderamente machista, porque a mi a lo mejor me podría parecer más vejatorio para las mujeres esta imagen que nos pretende transmitir Carmencita. A mi lo de la Chacón me recuerda a la narración de los pases de modelos de los tiempos posfranquistas, yo de los franquistas, la verdad, no me acuerdo tan bien como Carma: “Una colección pensada para la mujer moderna. Una mujer que trabaja, que pisa firme, que sabe lo que quiere”.
Pero es que vivimos en los tiempos de la imagen, como ya se ha dicho aquí. Lo que vale es la foto. Probar el rancho de los soldados y que lo registren las cámaras. Del resto ya se encargan los medios.