El balance necesario
-
A pesar de que desde abril de este año, mes y medio después del inicio de
los efectos de la pandemia, ya se hablaba de una negociación con el FMI
para la...
domingo, 20 de enero de 2008
Los regalos y la elegancia I
Acabamos de pasar esa época del año en la cual el regalo vive su máximo esplendor. Claro que la cosa no acaba ahí, los comerciantes tienen que seguir viviendo el resto del año y, con esa intención, no le busquemos tres patas al gato, el Día de San Valentín se presenta, amenazante, a la vuelta de la esquina. Pero no adelantemos acontecimientos.
Aunque para los propietarios de las tiendas los regalos son, cada día más, fuente de alegrías económicas, lo cierto es que el acto de regalar en sí vive sus horas más bajas. Porque el presente ha sido absolutamente desvirtuado en estos “días de vino y rosas” -como los definiría el maestro- por los que transitamos. El regalo, estimados lectores, ha degenerado en una obligación absurda. Se regala por imposición moral, por convencionalismo social. Un acto de seguidismo fútil. No se obsequia por placer, sino por deber.
Como suele ocurrir este tipo de deducción se alcanza en un momento inesperado. En un instante sin retorno en el que a uno le son revelados los grandes misterios de la vida en sociedad. Porque hasta ese feliz suceso, que pasaré a comentar en breve, yo confieso que era un autómata del regalo. Como mandan los cánones de la elegancia perdida.
Resulta que andaba yo en una tienda de ropa de esas que llenan los centros comerciales buscando unos cuantos regalos navideños para los familiares. Se ha forjado en mi familia política –que me perdonen, por favor- la casi obscena tradición del todos regalan a todos. Así que en esas me encontraba yo, comprando obsequios en serie. Así que me percaté, en el instante en que descambiaba una camisa por otra –con logotipo, por cierto-, de que a mi no me apetecía nada regalarle una camisa a esa persona. En realidad no sentía ningún deseo por obsequiarle nada en ese momento. No porque me caiga mal, sino porque cualquier regalo, adquirido así, no sería más que un relleno obligado en la tradicional ceremonia de apertura de aquellos.
Esta idea, la cual sin duda ya venía rondándome por las atrofiadas neuronas que habitan en mi cerebro, se ha venido consolidando, de manera irrefutable, con la observación del fenómeno, así como por medio del recuerdo de algunas anécdotas.
Sin ir más lejos hace unos días acompañé a un compañero de trabajo a comprar un regalo para un tercero mucho más conocido mío que suyo. El obsequio era una botella de güisqui. Mi colega se dirigió presto a la sección de bebidas y tomó la botella más cara del estante de los derivados de la malta. No fue hasta ese momento que me preguntó: “Supongo que este será el güisqui favorito de Alberto, ¿no?”. “Pues no, el favorito suyo es este”, contesté señalando una botella que valía cerca de un tercio de la primera. Mi interlocutor quedó un poco decepcionado, así que me advirtió de lo “barato” de la botella –unos sesenta dólares, por cierto-. Ni que decir tiene que en ese punto uno tiene que dejar claros sus principios, así que le indiqué que hiciera lo que le diera la gana.
Esta anécdota nos lleva a la consideración más destacada que quiero realizar sobre la decadencia de los regalos: el presupuesto. Cuando se regala por placer el presupuesto es lo de menos. Si el regalo es por obligación, social o moral, entonces aparece la figura de la valoración económica del presente. A este conocido mío lo que le falló fue lo barato del presente, porque la idea era impresionar.
En otras ocasiones lo que nos delata es el regalo doble. Me explico. Yo siempre he sido enemigo de los presentes múltiples. Para mi son síntoma inequívoco de que hemos comprado dos o tres cosas porque una sola nos parecía barata. Así, uno es el regalo auténtico, el que realmente queríamos hacer, pero como no encajaba con el presupuesto –entiéndase por lo económico- metemos obsequios de relleno.
Con muchos regalos de compromiso suele suceder justamente lo contrario. La lista de posibilidades se acorta con un presupuesto reducido y así llegan los presentes absurdos, o los predecibles, o los repetidos. Ahí es cuando se nota de verdad que se regala por cubrir el expediente. Entonces se abren paso a las caras hipócritas de los regalados, los cuales tienen que sonreír forzosamente. La intención es lo que cuenta.
Seguiremos.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
15 comentarios:
Cada vez es más complicado regalar algo a alguien..todos tenemos de todo y cómo acertar..
Me gusta regalar por placer, cuando es por compromiso, no me siento "motivada" y respecto a lo que dice raquel, recuerdo a mi suegra q.e.p.d. que cuando decía que no sabía que regalar a determinada persona porque ya tenía de todo, mi marido siempre le contestaba: "pues cómprale un devocionario para que le de gracias a Dios por tener de todo"
Saludos,
Solo estoy de acuerdo en parte contigo. A mi me gusta regalar, y por que no decirlo, que me regalen también. Disfruto buscando regalos para las personas que quiero y disfruto aún más cuando los abren.
A mi madre le regalaron un regalo que, asu vez ella habia hecho a otra persona.Es decir, ella lo regalo esta persona se lo regalo a otra y esta otra a mi madre.Otra vez.regalo boomerang
En mi caso particular, detesto los regalos mediocres y baratos. En algunos casos es mejor no regalar nada antes de dar algún presente tosco.
Éso de "lo que importa és la intención" es un corruptor de regalos por exelencia, habilitando la entrega de cualquier baratija.
Como ya dije, a veces es mejor no regalar nada.
Lo felicito por su blog,es muy interesante. Puedo ver que tenemos muchas ideas en común, es por éso que lo invito al mío.
Mr. Darcy
Raquel yo pienso justamente lo contrario. Cada vez es más difícil dejar de regalar. Lo difícil es elegir, sobre todo cuando no hay apetito de hacerlo.
Lola me gusta la idea.
Anónimo yo coincido contigo en todo, de ahí en lo desvirtuado que siento esto del obsequio.
Pompeo qué te puedo decir: ¡así sería el regalo!.
Mr. Darcy no hemos de confundir lo mediocre con lo barato. A veces lo barato puede ser sublime. No es cuestión de precio. Pasaré por TU blog, por favor, vamos a tutearnos.
Muchas gracias por vuestros comentarios.
Es cierto que hoy en día tenemos de todo y sobretodo que no nos dá el día para todo lo que hay que hacer, pero es una pena que se pierda ese encanto de regalar considerando a la persona. A mi me encanta regalar por placer, pensando qué es lo que puede hacerle verdadera ilusión y como soy optimista, creo que hay muchas más personas que disfrutan regalando y pensando en los demás de lo que aparentemente se ve. Como dice mi madre, "una flor es un brillante según cómo se dé"
Por cierto, espero que me sigas y vigiles como prometiste ayer.
Gracias por la bienvenida.
Saludos
Pues te seguiré visitando y vigilando.
Gracias a ti por el vínculo, la visita y el comentario.
Un beso.
Compas,
Y que opinan de la costumbre de aca, de dar plata en vez de cosas? Generalmente, se pone cierta cantidad en un sobre rojo -especialmente ahora en Anno Nuevo, que es el equivalente a Navidad -hay que ir a visitar la familia, gran cena, etc..
Los regalos ideales para los orientales, digamos, si uno va de visita a una casa, son las frutas -una caja de manzanas de Japon, por ejemplo, o una sandia cuadrada. O sino regalan medicinas: extractos de hierbas para limpiar el higado, vitaminas, etc.
Por dicha me saco el clavo comprando regalos para llevarle a la familia, sino...
El arte de regalar es darle algo a la persona, sin importar su valor material, que quiera o necesite pero que ni siquiera se haya dado cuenta que lo ocupa.
Lola: me he reido mucho del consejo del suegro
Yo cero que esta desapareciendo en mucha gente el regalar por placer y se esta convirtiendo en una obligacion absurda.
Tico expatriado -allá por Taipei- pues la costumbre me parece hasta sana. A mi estas navidades me dieron ganas de llamar a alguno y decirle "mira, con los €60 tú te compras lo que quieras".
Candela precisamente eso es lo que yo vengo aquí a denunciar. Espero haber encontrado la solución.
Gracias por los comentarios.
magnífica reflexión!!
A mí me encanta regalar... pero sobre todo cuando considero que lo que voy a regalar es algo que va a hacer mucha ilusión, sino es un suplicio. Y reconosco que muchas veces regalo por regalar porque no se me ocurre nada!!
Pero cuando tienes algo en mente y lo consigues.... eso sí que es un placer y no veo el momento de dar ese regalo que tanta ilusión me ha hecho a mi comprarlo como a la persona regalada.
Y mi mejor amiga es la persona que más disfruta regalando del mundo!!
Lleva una libretita en el bolso y allí a lo largo del año, va apuntando ideas para regalar para todos sus conocidos... y después en Navidad o en el cumpleaños te llega con algo que un día visteis en un escaparate y que te había gustado, o algo que comentaste que te hacía ilusión, o falta simplemente. Es la mejor!!!
Muy bueno lola, lo del devocionario.
Yo conozco a varias personas que le harían falta y que ni se dan cuenta. qué tristeza!!
Pompeo nunca había oído hablar del regalo boomerang sin embargo lo había utilizado, pero cuidando que la dirección en el que lo lanzaba fuese imposible que llegase de vuelta, o por lo menos a la persona que me lo había regalado.
Hola pakithor!!!!
yo se de alguien que dice ser muy refinada y solo regala las cosas que le regalan a ella y no le gustan, ademas de baratijas... a mi me da pena, prefiero no dar nada, sobre todo por que ella lo hace por que cree que quedara bien...
Besos!!!!!
Aralis el ejemplo de tu amiga creo que es un
rara avis en el mundo en que vivimos. Desgraciadamente.
Yo tenía una compañera de trabajo que sólo regalaba cosas que ella misma hacía con sus manos.
Alejandrina eso es un claro ejemplo de lo desvirtuado que está lo del regalo en el mundo.
Gracias y besos.
"No se obsequia por placer, sino por deber"
Cuánta razón tienes. Creo que disección que haces es muy acertada y describe a la perfección la situación actual.
Es como un círculo vicioso del que es imposible salir.
Un abrazo.
Publicar un comentario