Valores, no derechos
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En ocasiones se producen acontecimientos que ponen a prueba la solidez de
una sociedad. Estos meses, desde que iniciara la huelga de los sindicatos
del se...
miércoles, 14 de enero de 2009
El pasajero
Tras un periplo de más de 60 horas de aviones, aeropuertos y hoteles involuntarios, he caído en la cuenta de que cada vez que uno se aproxima al mostrador de facturación de una línea aérea, en ese preciso momento en el que a le emiten su tarjeta de embarque, deja de formar parte de la raza humana normal para pasar a convertirse en un nuevo ente: un pasajero.
El pasajero es un ser que habita dentro del intricando mundo de los aeropuertos y las líneas aéreas. Enajenado de su propia vida, de su tiempo y su espacio, la vida del pasajero está regida por toda una serie de precisas e inconexas normas que le indican qué, cómo y dónde tiene que estar, con unos estrechos márgenes de movimiento, a lo largo de las próximas horas… o días.
El pasajero sólo tiene un derecho: que lo lleven a su destino, lo demás son todo deberes y obligaciones establecidos por un complejo sistema de normativas entre lo público y lo privado que le van indicando lo que tiene que hacer en cada momento. Y si decide salir de su estatus de pasajero pierde el único derecho que tiene. Tremenda pérdida si tenemos en cuenta que el pasajero paga por adelantado el servicio que va a recibir, sin que nadie le asegure si esta prestación será exactamente como él la contrató. Ni horarios, ni itinerarios, ni fechas, ni lugares están ya al alcance de ser modificados por el pasajero. Ahora todo está en manos del sistema, al cual debe obedecer ciegamente a riesgo de perder su dinero sin que, en ningún caso, tenga derecho a solicitar la devolución.
Al pasajero se le indica a qué hora debe embarcar, aunque eso no significa que vaya a hacerlo, dado que nadie tiene la obligación de cumplir con los horarios, salvo el propio pasajero, claro está. Si su vuelo no sale entonces le dicen que tiene que quedarse a dormir en esa ciudad. Por supuesto lo ubican en un hotel determinado y le indican cómo debe llegar al mismo, así cómo a qué hora lo llevaran de vuelta al aeropuerto. Igualmente se le ofrece comida, la cual no puede verse modificada, sino que tiene que ser exactamente la que el sistema ha establecido, salvo que sea el pasajero el que la pague por su cuenta.
El pasajero tiene que cumplir estrictamente con la resignada espera en todas las colas a las que el sistema le obliga. Para recibir su cambio de vuelo, para que le den de comer, para subirse al autobús que lo llevará al hotel, para entrar en el hotel, para presentar una inútil reclamación… De esta forma, el pasajero va quemando su tiempo esperando que los funcionarios del sistema le entreguen nuevos documentos o le pongan un sello en la tarjeta de embarque para poder degustar el rancho aeroportuario establecido.
Por supuesto el pasajero no puede mostrar su descontento o enfado, dado que su autoridad es nula y cualquiera de los implacables funcionarios del sistema podrían causarle aún más daño. Incluso podrían sacarlo del sistema, con lo cual perdería su único y restringido derecho: el de llegar algún día a su destino. Los agentes de la autoridad pública velan porque el cauce normal y surrealista del sistema siga su curso sin alteración y porque cualquier pasajero que ose resistirse al mismo o mostrar su disconformidad sea puntualmente llamado al orden y a la “cordura”.
Porque el pasajero no es un ser humano convencional. Su vida no le importa al sistema que gobierna su existencia durante horas. Si viaja con bebés, si tiene que estar en su destino para no ser despedido o si ha perdido un familiar y por eso se ve en la obligación de convertirse en un simple pasajero. A ninguno de los esforzados y grises participantes en todo el proceso, los cuales son remunerados por el propio pasajero, les interesa lo más mínimo la circunstancia de éste. Al fin y al cabo las horas de la vida del pasajero dejan de tener valor una vez que accede al sistema. Su tiempo, señor pasajero del vuelo IB6312, no vale nada, aquí usted es un número y su equipaje también.
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13 comentarios:
jajajaja
Triste pero cierto...
Bienvenido de vuelta, se te extrañaba...
¿Tú no habías caído en la relación entre las alienaciones del ser humano que contara Karl Marx y el concepto de pasajero? Ya lo predijo Ridley Scott en 1979 en su premonitoria película. Aunque él se refería al pasajero número ocho. ¿Viajabas en dicho asiento?
Bromas al margen, comparto plenamente todo lo que dices, desde el tremendo miedo de saber que el 18 de marzo tengo pagado un viaje y que todos los días rezo para que los pilotos ibéricos dejen de ser tan celosos y no me conviertan en un pasajero al modo que describes o peor, de esos que no llegan a viajar y pasan horas en un aeropuerto, a lo Tom Hanks.
Encantado de leerte de nuevo. Feliz año.
Pues tienes toda la razón, yo no he caido todavía en esa dejadez, largas colas ni largas esperas pero será toda una TORTURA!! jajaj
Saludos,
Por cierto me ha gustado el blog, te pongo en mi lista vale?
Pasate cuando quieras:
http://escaparatemoda.blogspot.com/
Paco, en primer lugar,¡bienvenido y feliz año 2009!
Lo importante es que por fin estás en casa, no quiero ni imaginar lo que habrá sido para vosotros!
un abrazo,
Cierto, eso se llama SISTEMAS...
Alejandrina,
Gracias, yo también tenía ganas de volver.
Venti,
Feliz año para ti también. A ver si me paso por tu blog.
Realmente ni Ridley Scott, ni el propio Frank Kafka, andaban tan desencaminados. La realidad supera la ficción. Con huelga de pilotos o sin ella, con nieve o con sol radiante, será un "pasajero" en toda regla.
Escaparate,
Felicidades por el blog y gracias por el link que será puntualmente correspondido. No tengas prisa por caer en las garras del sistema aeroporturario.
Hola Bea,
Feliz año nuevo para ti también. Te cuento algunos detalles por aparte.
Jennifer,
¿Sistemas?. Acláranos un poco porfa.
Gracias a todos por seguir ahí. Abrazos,
Paco
que bueno tenerte de vuelta.. buenisimo post, tan caro y tan poco amable ser pasajero...
Hola Paco, espero que este nuevo año te trate bien.
Yo no viajo mucho, tengo otras obligaciones, pero la verdad es que por experiencias de mis amistades y familiares, veo que lo que antes era casi un placer, ahora se ha convertido en una tortura.
Aunque no es el tema, esto me recuerda una vez que tenía hora con un dentista, yo siempre iba a mi hora, pero el señor me atendía cuando le parecía, tenía dos despachos e iba atendiendo a dos pacientes al mismo tiempo. Bueno el caso es que por cuestiones de tráfico, llegué media hora más tarde, y me dice la recepcionista que no me podía atender porque había llegado tarde, a lo que contesté que el Dr. nunca me atendía a la hora convenida y que siempre tenía que esperar un buen rato, a veces era más de una hora antes de pasar a consulta, la respuesta fue un encogimiento de hombros. Salí de ahí y nunca más volví a pisar esa consulta. A fin de cuentas, el caballero no se cortaba un pelo a la hora de pasar factura.
Un saludo,
¡Qué razón tienes!. He recordado el viaje a Lanzarote hace 2 años. Pasamos el Fin de Año toda la familia en la Isla -los 12- Saliamos de la terminal 4 a las 2 de la tarde y -¡horror!- la madrugada de ese mismo día ETA había puesto una bomba. Muchos pasajeros desistieron del viaje y alguno de nuestros hijos mayores propuso que lo dejáramos, pero ellos no sabían (ni tienen por qué saberlo) el dinero que habíamos pagado por un todo incluído para todos esos días. Nos propusimos aguantar con buena cara hasta el final. Aprovechamos para educar y advertimos a los niños que allí todos éramos víctimas de ETA y nadie tenía la culpa, que muchos trabajadores del aeropuerto, azafatas y pilotos habrían tenido que interrumpir sus vacaciones y que era disculpable alguna mala cara y desorganización, pero al final no pude menos de exigir a un trabajador de AENA que me dijera tan solo lo que el supiera, si era probable o no que saliera el vuelo porque ya sabía que ellos no tenían la culpa pero ¡NOSOTROS TAMPOCO!.
Fueron 11 horas de espera, solo media hora antes supimos que salíamos a nuestro destino -cuando muchos pasajeros habían abandonado el viaje y pudieron juntar los viajeros de mas de un vuelo-.
Llegamos con un hambre horrible porque solo habíamos comido cacahuetes, patatas fritas, pero fue toda una aventura y los tres días siguientes disfrutamos de lo lindo.
Un beso
María Jesús
Sol,
Hoy me ha tocado a mi, pero nadie está libre de que esto suceda y te prometo que ocurre con más frecuencia de la deseada. Una vez que te emiten la tarjeta de embarque pierdes todos tus derechos civiles, te conviertes en un ser que deambula por los aeropuertos y te tratan como si fueses ganado, desde el insoportable personal de Iberia -valga alguna excepción- hasta los camareros de las cafeterías del aeropuerto.
Dorn,
Encantado de estar de vuelta por fin. Caro es poco.
Lola,
Lo de los médicos es punto y aparte, aunque por lo menos no te cobran por adelantado como las aerolíneas. Esa costumbre de tu ex-dentista está mundialmente extendida entre el gremio médico.
María Jesús,
Bienvenida al blog. ¿O debo decir "bienvenidos"?. Veo que has sufrido en tus carnes algo similar a lo que estos días he vivido yo con mi familia, aunque la verdad no es la primera vez pero sí la peor. Basta decir que viví el último vuelo del Air Madrid.
Lo de los empleados de los aeropuertos y de Iberia -la peor con diferencia en cuanto a trato dispensado a sus CLIENTES- no tiene nombre. Como ellos están trabajando se supone que están más "jodidos" que tú. Una de las de atención al cliente de Iberia en la T4-S llegó a decirme que tenía que entender que llevaban varios días con mucho estrés y con jornadas de 12 a 14 horas. ¿Acaso no se las pagan?, le pregunté yo. Agachó la cabeza y siguió. Encima parece que tiene uno que darles las gracias por solucionar los entuertos que ellos mismos han creado. Y si no es culpa de ellos, como bien dices, menos es nuestra que además somos los que pagamos la fiesta, que es lo que se les olvida a todos estos pseudo-funcionarios de ... No sigo porque me caliento y eso es muy poco elegante.
Gracias por los comentarios.
La verdad es que es una descripción deivertidísima y totalmente realista de una situación horrorosa. Parece mentira que algo tan caro pueda funcionar tan mal. Y luego está el tema de los, como bien los llama, "pseudo-funcionarios" deben ser gente especial, igual que los de los bancos, que también tienen una especia de superioridad moral tremenda.
Por suerte mis entuertos aeroportuarios nunca han sido de gravedad, pero me ha llegado para imaginarme como serían las cosas si la situación empeorase.
Me alegro de volver a tener sus escritos de vuelta, espero que haya pasado unas felices Navidades y feliz año.
Hola Edward,
Yo perdí mi primer vuelo precisamente en Londres. Cerraron el embarque a la hora exacta, como buenos ingleses, pero no repararon en la interminable fila que había en los mostradores de facturación.
Gracias por seguir por aquí.
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