sábado, 19 de abril de 2008

La cortesía y la elegancia


Parece de una obviedad aplastante que cualquier persona que pretenda ser elegante-o a lo mejor no es intencional- ha de mostrarse cortés en su vida cotidiana. Sin embargo, hoy la cortesía no está de moda. No, no lo está. Por tanto es más que probable que, bajo el prisma de muchos de los calificadores oficiales de la elegancia, la cortesía no puntúe a la hora de establecer listas o de realizar comentarios acerca de los personajes que se nos insinúan en los medios como modelos de elegancia. Igualmente posible resulta que algún lector piense que no estoy en lo cierto y que la cortesía es un valor imperecedero. Pero no confundamos este sustantivo que nos ocupa con el protocolo o con la simple simpatía comercial al uso.

Hoy lo que se nos queda de cortesía es esa sonrisa profident que lucen los empleados de los grandes almacenes. Esa misma que uno llega a extrañar cuando acude a una cadena de ropa rápida, cuyos empleados son dobladores de género, más que otra cosa. Reponedores de supermercado uniformados con los trapos de la última colección. Pero esa es la moda y, evidentemente, lo que vale es el precio. Las sonrisas no están incluidas. Las que sonríen mucho son las vendedoras de tarjetas de crédito de los pasillos del centro comercial. Esas que te colocan la tarjeta y se van a fumar al baño. Si te cruzas allí con ellas ni siquiera te saludan. La sonrisa de cierre de operación es lo que algunos entienden como cortesía infinita.

En otros ámbitos del mundo económico/laboral ocurre lo mismo. Yo tuve un compañero de trabajo y techo durante unos meses que desbordaba simpatía con todo aquel que ostentaba un rango jerárquico superior al suyo. Se deshacía en elogios hacia todo el que podía ayudarle de algún modo en su prometedora carrera profesional. Ese mismo individuo era incapaz de saludar a los vecinos del edificio en el que habitábamos. Los vecinos ante él eran una especie de no-personas, no existían, ni los miraba. Cuando yo saludaba al vecino de turno éste, después de devolverme el saludo, volvía la mirada hacia mi compañero esperando un "Buenos días" que nunca llegaba. El tipo sentía cierta superioridad sobre todas aquellas señoras de clase media con las que compartíamos ascensor. Probablemente fueran las camisas a medida y las corbatas caras las que le permitían marcar la diferencia.

Y es que cuando la presunta cortesía va por barrios y clases sociales, la cosa no es lo que parece. Aquí, en Costa Rica, la gente es bastante más cortés que en España. Se cede mucho el sitio en las filas y los autobuses a las señoras embarazadas, a las que van con bebés y a los ancianos. Las personas se saludan preguntando con presunto interés por la salud y por la familia y las despedidas van acompañadas de los mejores deseos. El matiz llega cuando los interlocutores pertenecen a diferentes estratos socio-económicos. La cortesía se convierte en arrogancia o, simplemente, en ignorancia, como en el caso del anteriormente mencionado: las personas parecen no existir.

La vida veloz, de urgencias, de actualidades permanentes nos fuerza igualmente a olvidar la cortesía. No hay más que comprobar como son ahora las comunicaciones escritas. El correo electrónico es frío, distante, a la par que eficiente, directo. Así que la cortesía epistolar ha muerto en pos de la concreción y la rapidez. Los blackberries y iphones han llevado esto al extremo. Sus poseedores están todo el día recibiendo y contestando correos, básicamente a golpe de monosílabos: “Si”, “No”, “OK”, “Hablamos”. Murieron aquellas expresiones corteses que nos enseñaron a usar para empezar una carta: “Espero cuando recibas la presente toda tu familia y tú os encontréis bien”. Hasta suena cursi.

Dicho lo anterior resulta que la cortesía ya no es lo que era. Ahora todo queda reducido a la corrección y la frialdad protocolarias o a la eficiencia digital, cuando no a la simple simpatía políticamente correcta de los tratos comerciales, o esos buenos modales de salón que se exhiben en los aledaños de la corte. Esa corte en la que muchos habitan dentro de sus trabajos o en los círculos sociales de turno. Fuera de ahí, al populacho, a la canalla obrera, mejor ignorarla.

La cortesía le sale de dentro al hombre elegante. No la utiliza con carácter discriminatorio. Tampoco la asfixia por razones comerciales. Ni abandona los hábitos corteses por culpa de la eficiencia.

Ahí está gran parte de esa elegancia. Esa que se ha perdido.

10 comentarios:

Belén dijo...

Yo creo que vivimos en un mundo que simplemente la cortesía es signo de debilidad, sin mas...

Besicos

cacao dijo...

Yo vivo en España pero soy de México y tienes razón, aquí la gente es mucho mas fría, no le interesa nada ni nadie. Egoísmo puro. Claro, como en todos lados hay sus excepciones, pero la gran mayoría es así. Es como si ser cortés fuera anticuado o lo que es mas, la gente se asombra (cuando no debería) si uno llega a serlo. A mi, me parece increíble.

Saludos desde Barcelona y sigue con tu blog, me encanta. Felicidades.

lola dijo...

Hola, la verdad es que creo que ya la cortesía no se estila, pero lo triste es que no sólo sucede entre la gente joven sino también entre los adultos. Parece que ahora todo hay que obtenerlo a las bravas, apenas te piden algo por favor y menos te dan las gracias. Y en los grandes almacenes, también las cosas han cambiado, antes los empleados eran más educados, es algo que se les exigía, ahora son más "pasotas".
Hemos pasado de las clases de urbanidad a la total falta de respeto a todos, incluyendo a los padres, aunque en esto último, son ellos mismos quienes tienen la culpa.
Un saludo afectuoso,

Anónimo dijo...

Cada vez las relaciones interpersonales son más distantes, hasta tal punto que cuando alguien es más agradable de lo normal nos mosquea por si detrás va algún interés oculto. Es lamentable llegar a esos extremos, por no hablar del tipo de trato según tu clase social. C´est la vie!

Magnífico post. Un beso.

Pakithor dijo...

Cacao, bienvenido y gracias por el comentario. Yo en cuanto aterrizo en Barajas siento cómo la gente te atropella por los pasillos, cómo se cuelan en los ascensores dejando fuera a señoras embarazadas, cómo nadie se levanta de su asiendo en el metro. Incluyendo a los latinoamericanos que viven en España. La falta de cortesía parece que se aprende rápido.

Lola, como siempre muy certero tu comentario. Las personas mayores igualmente se han transformado en seres irrespetuosos.

Jordana, has definido la pérdida de elegancia generalizada a la que yo siempre me refiero: ahora lo que valen son las apariencias.

Belén, me quedo con tu comentario: ser cortés es síntoma de debilidad. Demoledor.

Muchas gracias a todos por dedicar unos minutos a comentar.

Alejandrina Cara de Gallina dijo...

Me sorprende lo atinado que es tu post de hoy asi como todos los que he leído... realmente la elegancia anda por los suelos, por que es un conjunto de detalles a los que hoy en dia no se les da la importancia que tienen... y muchos se creen de lo mas "glamourosos" y se les pasa por alto algo tan basico como la cortesía... también creo que es hasta bien visto que la gente sea arrogante y trate mal a los que estan "abajo"... siendo que es lo contrario...
un abrazo!!!!

Gratistotal dijo...

Hoy tu post me han dado ganas de llorar....la cortesia ha muerto. Yo ya lo sabía pero no quería asumirlo!

El Aristócrata dijo...

Estimado Pakithor,
Estoy totalmente de acuerdo en tu exposición. Efectivamenet las buenas costumbres se están perdiendo. Estoy también de acuerdo q en tu pais todavia quedan mas galanes que en el mio (España). Aunq esto último depende del nivel social de los que esten reunidos. Nunca podrá dejar de llamarme la atencion como en Latinoamerica se dirigen ustedes a los camareros. Ese tipo de comporamientos en mi pais no ocurren desde hace mucho tiempo. Por lo demas conforme en todo.
Por cierto me parece de lo mejorcito q he visto en la web este blog.
Pura vida desde Madrid

Pakithor dijo...

Hola a todos,

Mucha gracias por los comentarios. Lamento la tardanza en contestar pero he estado fuera varios días.

Alejandrina, tu comentario siempre tan certero y amplificador de lo que yo vengo a denunciar aquí.

Raquel, no llores, mujer, lo que tenemos que hacer es cambiar e intentar que se recupere la cordura.

Sol, la naturalidad no está reñida con la cortesía. Si las bases son sólidas es una misma cosa.

Aristócrata, bienvenido y gracias por tus palabras. Quiero aclararte que yo no soy costarricense, soy español, pero resido en este país maravilloso desde hace ya algunos años. Como digo en mi artículo aquí hay mucha cortesía llamémosle horizontal, entre clases lo que hay es mucho desprecio. Pero la media es muy superior a la que uno vive en España.

Gracias de nuevo.

Anónimo dijo...

El principal poblema del mundo de hoy en día es que la gente parece haber perdido completamente la perspectiva sobre su vida, y se ha lanzado a una lucha encarnizada por la supervivencia en esta sociedad ultracompetitiva en la que no caben cortesía ni educación.

Un blog excepcional. Mis felicitaciones.