Sentado en un restaurante el corazón político y financiero
de la Ciudad de México, Avenida de la Reforma, a unos metros del Senado de la
República, ocupan la mesa de al lado cinco jóvenes bien vestidos. A todas luces
eran miembros de esa admirada generación a la que se denomina millennials. De inmediato se nota que se
dedican a la política y su conversación discurre entorno a las necesidades de
su partido de cara a unos próximos comicios. Las chicas son las más activas en
la conversación.
- La gente quiere ver una cara nueva, los viejos líderes del partido ya no llegan, asegura una de ellas con un tono de seguridad irreprochable.
- Es cierto, con este candidato se va a complicar mucho la elección, sostiene la segunda.
- La gente quiere ver una cara nueva, los viejos líderes del partido ya no llegan, asegura una de ellas con un tono de seguridad irreprochable.
- Es cierto, con este candidato se va a complicar mucho la elección, sostiene la segunda.
El tono de voz chilango
de las chicas era alto y la conversación era perfectamente audible mientras yo
degustaba un pulpo a las brasas y unos tacos de arrachera. La conversación
transcurrió por ese derrotero durante los cuarenta minutos que tardé en
finiquitar mi almuerzo. Todo giraba en torno al tipo de personas que podían
tener tirón electoral.
- Fíjate que la gente quiere ver candidatos que hayan tenido un pasado como activistas, afirmó uno de los chicos.
- Cierto –confirmaba la líder-, tienes que haber estado comprometido con alguna causa, lo que sea. Proteger los bosques, repartir comida a sin techo…
- Fíjate que la gente quiere ver candidatos que hayan tenido un pasado como activistas, afirmó uno de los chicos.
- Cierto –confirmaba la líder-, tienes que haber estado comprometido con alguna causa, lo que sea. Proteger los bosques, repartir comida a sin techo…
Era una conversación de marketing político en toda regla. Ni
una sola palabra acerca de propuestas para mejorar la calidad de vida de las
personas o reducir la corrupción galopante que vive el país. Lo importante era
definir que es lo que los electores buscan en un candidato, sin importar el
programa electoral.
La conversación, o el largo trozo de la misma a la que
asistí sin ser invitado, me llevó a reafirmarme en mi reflexión acerca de los millennials, un segmento de población
que llena ríos de tinta y genera mares de caracteres en las redes sociales. Los
supuestos nuevos dueños del mundo, a los que se confieren actitudes y
características fuera de lo que estábamos acostumbrados. “Los millennials son más independientes, críticos, exigentes y tienen
nuevos valores. Por ejemplo, prefieren compartir a poseer”, afirma en sus
páginas una de las más prestigiosas publicaciones de negocios del mundo,
Forbes.
Ya dijo el gran Goebbels –digo gran por la repercusión de sus técnicas- que una mentira repetida
mil veces se convierte en verdad. Pero es precisamente eso, la mentira, lo que
ha fabricado el falso mito de los millennials
y la conversación a la que asistí en México me reafirmó en mi teoría.
Una teoría que se centra en que esta generación es la más
voluble y fácil de manipular de la Historia. Sólo les interesa el marketing y
todo lo que se les vende por medio de las renovadas técnicas de publicidad
basadas en los medios de comunicación digital, amplificados mediante las redes
sociales.
Los millennials no
son la generación que salvará al mundo de todos sus males, como algunos parecen
creen y vociferan desde sus púlpitos de transmisión de ideas. Al contrario. Es
una generación indolente ante el trabajo, porque creen saberlo todo y reniegan
de la autoridad de la experiencia. Los mayores no sabemos nada, porque no somos
nativos digitales. El nuevo mantra
que hemos forjado los pobladores de las generaciones precedentes.
Se trata de una generación a la que es muy sencillo
inocularle cualquier idea mediante el marketing. De ahí el éxito de lo
políticamente correcto entre los millennials.
Desde lo (ponga una palabra)friendly, hasta lo (ponga una palabra)free. Eso sí,
siempre que tenga delante el ícono de la generación: #. Ellos mismos pretenden
dominar el mundo aplicando las técnicas que tanto éxito arrojan manipulándolos.
Como muestra les dejo este creativo video que nos da una idea de lo tierna que es la mente del millennial medio. Por supuesto esto es una generalización, existen demasiadas excepciones en mi entorno. Que nadie se ofenda, ni le dé demasiada importancia.