martes, 12 de febrero de 2013

Esa doble moral recién descubierta


Estoy convencido de que se han escrito millones de artículos, columnas, tuits y toda clase de manifestaciones literarias acerca de la denominada doble moral que se impone en los Estados Unidos de América. Es un tema recurrente entre las charlas de sobremesa de los progres. Hasta este momento habían resultado para mi poco fundamentadas estas críticas. Mayormente porque pensaba que esa doble moral forma parte del mundo de lo políticamente correcto, que tiene su origen precisamente al norte de México. Sin embargo, en las últimas horas he optado por definirme como un decidido denunciante de la doble moral estadounidense.

El motivo no es otro que lo que ha sucedido en los premios de la industria musical denominados Grammy. La cadena oficial de los galardones, CBS, decidió pasar una circular a los invitados del género femenino, prohibiendo expresamente el uso de vestuario excesivamente provocativo, procaz que dirían en los círculos más ortodoxos del catolicismo.

La cadena de televisión, para evitar algunos semidesnudos, que deben herir mucho la sensibilidad de quienes no pueden lucirlos, decidió cercenar la libertad de diseñadores y usuarias. Una medida que pocos en su sano juicio aplaudieron y cuyo efecto fue devolvernos las imágenes estupendas de Jennifer López, Rihanna y demás divas que habían lucido un tanto descocadas en ediciones anteriores.

De este modo la CBS logró que las grandes estrellas intentaran ajustarse al guión establecido en su paso por la red carpet –o carpeta roja, que dicen los traductores simultáneos-. Aunque en el caso de algunas que intentaron jugar de antisistema, lo que se consiguió fue algún que otro esperpento. Como la suerte de disfraz de Morticia Adams, versión primavera stripper, de Katy Perry. Otras como Adele, la musa de los perdedores, aunque no eran elegibles –por su embarazo, quiero decir, ¡eh¡- pareciera que se quisieron solidarizar con sus compañeras de profesión y así tomó la decisión de embutirse en una armadura con un bordado de flores. Aunque, pensándolo bien, creo que era una cota de malla lo que había debajo de la tela.

Independientemente de los fatales efectos de la medida adoptada -y aquí es dónde apreciamos la doble moral-, por lo que aún parece no haberse escandalizado el público norteamericano es por las espantosas vestimentas que lucen gran parte de los artistas masculinos que se exhiben a diario por las televisiones. No hablo sólo de su paso por la carpeta roja, momento más propicio para llevar al extremo su ordinariez en el vestir, sino de forma general en cada aparición pública.

Dígame el amable lector por qué un tipo que se hace llamar The DreamNightmare, en mi particular opinión-, puede ir vestido como si fuese a intercambiar sustancias estupefacientes (ver ilustración) sin levantar sospechas de herir sensibilidades, mientras que a la pobre Lady Gaga no se le permite mostrar una parte de su trasero. Explíqueme, por qué Rihanna no tiene permiso para dejarnos apreciar su irregular silueta, y un tal Frank Ocean puede usar una chaqueta amarilla piolín y una cinta deportiva mientras canta en plena gala.

¿Cuáles son los baremos que utiliza una cadena de televisión para prohibir un atuendo y ensalzar implícitamente otro a todas luces más dañino para la sensibilidad del espectador?. ¿Acaso las piernas interminables de alguna cantante son menos legítimas que las siete vueltas de cadena que rodean el cuello de esos personajes que usan gorra y gafas de sol en plena noche y bajo techo?.

Lo peor de todo no es que este comportamiento de la CBS esté o no siendo objeto de reprobación por parte de autoridades y público en general. Lo más execrable es que nos parece lo más normal del mundo que esto suceda sin que salten las alarmas urbi et orbe.

Si eso no es doble moral, estimado lector, que venga Dios y lo vea.