Hoy voy a introducirme de nuevo en el interesantísimo tema
del análisis del comportamiento social, es decir, de las cosas que hace el
personal porque se pone de moda o, como se viene diciendo ahora: lo que es cool. En esta ocasión tocaré un tema
sensible. Se trata de la crisis que los hombres sufrimos en el entorno de los
cuarenta años. Lo que en el argot trendy viene
llamándose midlife-crisis.
Al cumplir los cuarenta –o cuarenta y tantos, porque no es
un número exacto- los hombres sentimos que ya no somos jóvenes y atractivos.
Así, comenzamos a buscar cómo volver a ser interesantes y modernos.
A algunos les da por la actividad física desmedida. Los
casos de lesiones de todo tipo se multiplican, no porque a partir de los
cuarenta el cuerpo ya no sea el mismo, sino porque nos da por hacer más
ejercicio del que habíamos hecho nunca antes. Un tío con 45 años que no ha
hecho en su vida más deporte que el levantamiento de vidrios en locales
autorizados para el expendio de bebidas alcohólicas, no puede pretender ser
triatleta. Se va a lesionar seguro.
Otros combinan lo anterior con la compra de un vehículo de
corte juvenil. Con el boom del
ladrillo, la compra de descapotables de alta gama en España se disparó entre
los mayores de cuarenta años. La correlación entre la compra de estos vehículos
y el divorcio era cercana al cien por cien. Dicho de otro modo: Divorcio =
Mercedes SLK.
En Costa Rica el fenónemo también se ha visto traducido en
la venta masiva de otro tipo de vehículos: los pickups, conocidos en España en mi época como rancheras. Los cuarentones optan aquí por esos coches inmanejables
que confieren al usuario un aire juvenil. Recordemos que en el pickup uno puede llevar la tabla de surf
o la bicicleta de montaña, accesorios que no pueden faltar en esta etapa de la
vida.
¿Qué no tiene bicicleta o tabla de surf?. No importa, nadie
conoce ese dato. Lo que queda claro es que si uno tiene una ranchera es porque tiene una vida muy
activa. Como cuando rondábamos los veinte. De hecho este tipo de vehículos son propios de
veinteañeros que los compran –los suele comprar papi- precisamente para dar ese
tipo de impresión a las chicas de su edad: son aventureros, hombres de acción…
y con dinero.
La cuestión es que cada mañana, cuando llevo a mi hija al
colegio, me trago una procesión de padres en plena midlife-crisis conduciendo sus rancheras
impecables. Todas en tonos metalizados, y ni rastro de barro, arena o
cualquier otro tipo de suciedad. Al fin y al cabo son señores que no pueden ir
con el coche sucio por la calle. Que nadie se lleve a equívoco.
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