Siempre he tenido la impresión de que el
día que comienza la primavera algo se mueve en mi interior. Releo las líneas
que escribí a lo largo de los últimos años y compruebo con tristeza que la
inspiración se ha ido desvaneciendo con el tiempo. Quizá con las hojas de
cálculo y las reuniones con clientes, proveedores y bancos. Esa prosa farragosa
sobre humo y castillos de naipes que a veces nos toca relatar y otras escuchar.
Hoy algún organismo oficial inútil, de
esos que reglamentan nuestras vidas, dictaminó que es el Día Internacional de
la Poesía. ¿A quién le importa la poesía en el mundo abreviado de las redes
sociales y la inmediatez de los titulares, los tuits y los lemas?. A mi no, desde luego. Yo siempre fui prosista.
Diletante de las letras acomodadas sin ritmo ni rima. Ni asonante, ni
consonante. Miento, lo sé.
Releyendo este pasado negro sobre blanco,
que no impreso, veo que muchos de los poetas que escribían como yo dejaron de
hacerlo. Kutusov, Sol, Eva la rusa, Venti... Abandonaron la prosa y los blogs
por las ocupaciones profesionales y familiares. Algunos dejaron la puerta
abierta. Otros la cerraron e impusieron el peaje de la privacidad. Malos
tiempos para la lírica, que dijera el poeta. Ese sí.
Pero hoy empieza la primavera y es el día
de los poetas, al que los prosistas nos tenemos que unir, hasta que aquel
organismo oficial diga que nos toca a nosotros. Parece que nuestro día está
cerca. Al fin y al cabo todo lo que está en peligro de extinción tiene
atractivo en esta sociedad nuestra. Verbigracia la poesía.
Hoy no tengo muy claro cuál es mi
mensaje. Pareciera que el mismo texto, el cliquear de las teclas es el mensaje
en sí mismo. Eso es lo que el poeta espera cuando logra una metáfora, un
sinécdoque, una hipérbole y las pone sobre el papel, sobre el teclado, en el
margen izquierdo del alma. Sabedor de que sus palabras podrán acariciar un
espíritu, provocar un profundo abrir y cerrar de ojos, un sabor agridulce en el
paladar del alma. Un cosquilleo en las terminaciones nerviosas del estómago.
Al fin y al cabo ese es el trabajo del
poeta. Remover algún sentimiento dormido o hacer explotar el que a flor de piel
se encuentra. ¿Acaso nadie ha leído un poema?. ¿O es que nos hemos amoldado a
esta dictadura de frases ocurrentes, titulares rimbombantes y reflexiones de
140 caracteres?. Es muy probable que así sea. Que el pintor, como mis amigos
poetas, ahora haga fotos y les ponga filtros en instragram. Que el escultor haga figuras de arena en verano. Que el
prosista explique la relevancia de los castillos de naipes de su última
reunión. Por correo electrónico.
Por eso, querida primavera, yo te animo a
llamar a mis amigos poetas, a mi suegro pintor, a mi amigo escultor, a que
retornen a su labor cotidiana. A su trabajo olvidado de mover las hendiduras
cerradas de nuestras almas. Brilla el sol. Es primavera. Felicidades a los
poetas.
2 comentarios:
Ya lo dijo Bécquer, ¡siempre habrá poesía!
Amén!
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