En ocasiones, de las conversaciones más insustanciales se
aprende más que de los sesudos monólogos. En realidad casi siempre. El
desconocimiento a veces nos entrega las más bondadosas lecciones, mayormente
cuando aparece taimado en esas charlas inocuas y vanas. Así es como vengo yo
descubriendo el vacío de elegancia que sufre nuestra sociedad.
Bajo un atuendo más o menos correcto, desfavorecedor en
cualquier caso, a buen seguro víctima de alguna tienda de ropa rápida, sino de
alguna boutique de esas que en pleno siglo XXI continúan con esa imagen tan de
los ochenta, hay jóvenes que nos revelan lo limitado de su conocimiento
social. Personas que desconocen la
posibilidad de que un hombre vista zapatos sin calcetín, o que use calcetines
ejecutivos, como dirían en el lenguaje de los fáciles de impresionar, son legión.
Llegados a ese punto uno empieza a divagar acerca de la
vestimenta masculina por estos lares del planeta. Que si las chaquetas con dos
cortes atrás, que si los dos botones, que si el entallado. Sin necesidad de
llegar a las profundidades del uso de la camisa, uno va sintiendo cómo la legión va desconectando. No interesa. Están
en otra cosa.
Recuerdo cómo antes de cumplir los veinte ya me había leído
cualquier manual de buenas maneras, cómo engullía cada línea de la sección de
estilo de la revista Dinero, cómo me
preocupé por cultivar el conocimiento de las formas y los modales. Luego
descubrí, como ya se ha contado aquí, que el dandismo consiste en conocer las
normas para poder romperlas.
Ahora con veintitantos años la inmensa mayoría de las
personas, subidas en los pep toes de
saldo o en las cómodas zapatillas con aspecto de zapato, difícilmente
distinguen entre un mocasín y un náutico; ni saben que las camisas se pueden
hacer a medida. De lo contrario el único día al año que usan corbata no
llevarían ese cuello flojo tan espantoso. Ahora el dandismo lo representan
personajes del estilo de Jennifer López y Justin Timberlake, los cuales tampoco
dan la impresión de conocer mucho de normas de urbanidad.
A partir de ahí, ¿qué podemos pedirles a estas generaciones
que avanzan en la vida social?. ¿Qué pongan la mesa de forma adecuada?. ¿Qué
dejen de usar camisas en tonos malva para ir a una boda?. No, simple y
sencillamente lo que podemos esperar es que imiten todo lo que van viendo en la
televisión, las revistas y las amistades. Todo mezclado con un poco de ese
acervo de tradición que quizá la familia les ha ido heredando. Una tradición
probablemente ya en desuso, cuando no anclada en parámetros antediluvianos.
Con este creciente desinterés por la urbanidad, por las
buenas maneras y por las normas del buen vestir, yo diría que nuestra sociedad
poco a poco se va consumiendo en un mar de mediocridad. Baste decir que los
vaqueros se han convertido, súbitamente, en una prenda aceptada incluso en
actos de cierta categoría por imperativo legal de alguna diseñadora de imagen
imitable.
4 comentarios:
Hola Paco, hace unos meses fui a comprarle a mi marido una camisa para una boda, la empleada me sacó una color lila y me dijo que se llevaban mucho. Le contesté que mi marido prefería el blanco de toda la vida.
La verdad es que yo no estoy muy al tanto de lo que se lleva o no, pero esas camisas de colores no las veo yo muy apropiadas para una ceremonia.
Que tengas un buen fin de semana.
Hola Paco
A mi me paso algo parecido a lo de Lola. Necesitaba una camisa para un evento y el vendedor me sacó una prenda de color negro, al ver la prenda le dije a dicho vendedor que no pretendía hacer de limpiabotas ni ejercer el sacerdocio, el hombre con una cara un tanto molesta me vino a decir que mis gustos son un tanto antiguos. En resumidas cuentas, secundo tu comentario y estoy de acuerdo en que la mediocridad va ganando entero.
felicidades por tu estupendo blog
No ha podido salirme más que una sonrisa mientras leía tus líneas... Creo que te encantará la serie de artículos "el dandi en el diván" que he empezado a publicar en mi blog... Ya me contarás, hay muchas similitudes. Un fuerte abrazo.
Muchas gracias por los comentarios.
Es un placer recibirlos.
Abrazos.
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