El balance necesario
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A pesar de que desde abril de este año, mes y medio después del inicio de
los efectos de la pandemia, ya se hablaba de una negociación con el FMI
para la...
martes, 8 de febrero de 2011
El gin tonic y la elegancia
Me declaro un firme admirador del gin tonic. Tomo este insigne brebaje con asiduidad desde hace unos diez años. Quizá más. Mi afición es tal que lo he probado de muy diversas formas. Por ejemplo, hace unos años, descubrí que con un golpecito de campari tiene un toque muy particular. Pero pronto regresé a la fórmula clásica, eso sí, con unas gotitas de angostura. Particular mezcla que me acompaña desde hace algo menos de tres años.
Igualmente he probado varias marcas de ginebras y cinco o seis de tónica. Finalmente he decido que Hendricks es la que prefiero y que la tónica no importa tanto. Aunque lo cierto es que la marca de la ginebra no es lo esencial en esta relación. Importa, pero no lo es todo.
Resulta lógico ir probando y buscando nuevas combinaciones, nuevas variaciones sobre un mismo tema. Lo que no se justifica es que existan ¡300 marcas de ginebra! en el mercado español. Como tampoco está justificado que muchas de estas ginebras, nacidas al albur de al moda por el gin tonic, requieran de una especie de forma magistral para ser consumidas adecuadamente.
Hace unas semanas fui a tomarme un gin tonic con un amigo a la cafetería de un conocido hotel malagueño. Uno de estos lugares que ahora se hacen llamar after lunch, es decir, un sito al que se va a tomar un café o un copazo después de un almuerzo -generalmente de negocios-. Cuando pedí el gin tonic de Hendricks al camarero, vi que el tipo consultó detrás de la columna que dividía la barra en dos. En seguida sacó de la nevera una botella de una tónica que no había visto en mi vida, empezó a quitarle la piel a un pepino y sacó una copa un tanto estrafalaria a la que añadió hielo en cubitos.
El tipo estaba siguiendo la "receta" magistral que se supone que debe seguirse para cualquier cliente que pide un gin tonic con Hendricks. Esa era la chuleta que consultaba detrás de la columna. Un recetario que marca exactamente lo que debe ponerse con cada tipo de gin tonic. "Fever tree con rodaja de naranja y vaso de maceta para la G Vine y Q tonic, cáscara de pepino y copa de balón para la Hendircks".
No me cabe duda de que para el gerente del restaurante ese nivel de detalle en el servicio al cliente es todo un logro, pero para mi era un verdadero insulto como consumidor habitual de gin tonic.
El camarero, tan versado en la elaboración del gin tonic como máxima expresión del esnobismo contemporáneo, desconocía de la existencia de la angostura, ingrediente básico para el barman verdaderamente profesional. El hombre lo que sabe es seguir los pasos de lo que dice la lista de ingredientes para preparar una copa al gusto de los nuevos connoisseurs de after lunch, pero de ahí que no lo saquen, lo suyo es el cacique cola.
Claro que todo lo anterior no es más que una alegoría de esta complicada vida nuestra.
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